La fracasada idea de la 'nación checoslovaca'

Photo: Kristýna Maková

El 28 de octubre recordamos el nacimiento de la Checoslovaquia independiente. Qué motivos impulsaron la unión de checos y eslovacos y por qué la idea de la nación checoslovaca no llegó a funcionar. Este será el tema de nuestro programa especial, con motivo de la fiesta nacional de la República Checa.

Foto: Kristýna Maková,  Radio Prague International
Las ambiciones de reforzar la identidad nacional y la emancipación del dominio de los Habsburgo acompañaron a los pueblos checo y eslovaco a lo largo de los siglos.

Este deseo dio lugar a la idea de que ambos pueblos resistirían al poder de las potencias europeas con mayor facilidad desde un Estado conjunto. La primera semilla de esta unión se sembró en octubre de 1915 por medio del Acuerdo de Cleveland.

En el documento, firmado por representantes de la Liga Eslovaca y la Unión Nacional Checa en EE.UU., quedó establecido que ambas naciones formarían un Estado Federativo, con una autonomía absoluta para Eslovaquia respecto a la administración pública.

En Checoslovaquia vivían más alemanes que eslovacos

 Tomáš Garrigue Masaryk
Inspirado en Estados Unidos, el líder de la resistencia checoslovaca, que posteriormente sería el primer presidente de Checoslovaquia, Tomáš Garrigue Masaryk, quería crear un estado plurinacional, liberado de las riendas germánicas, según indicó para la Televisión checa el historiador Jan Rychlík.

“Masaryk se dio cuenta de que no tenía más remedio. Antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, el Imperio Austrohúngaro funcionaba porque los nacionalismos dentro de la monarquía estaban equilibrados. El Imperio Austrohúngaro era aliado de Alemania, por lo cual los checos se encontraron bajo la amenaza de convertirse en una minoría dentro de una 'Centroeuropa alemana'”.

“Con los eslovacos seremos más fuertes”

La presencia de una minoría alemana en el territorio se daba ya desde el siglo XII, cuando las familias alemanas fueron invitadas a colonizar la zona fronteriza del Principado Checo.

Con el paso del tiempo, su número fue en aumento y antes del nacimiento de Checoslovaquia habían llegado a formar casi una tercera parte de los habitantes de las Tierras Checas.

La mayoría de ellos estaba en contra de la idea de una Chequia independiente, prosigue Rychlík.

Historiador Jan Rychlík,  foto: Šárka Ševčíková,  Radiodifusión Checa
“Masaryk era consciente de que había que orientarse hacia el Este, e incrementar la población checa con más de 2 millones de eslovacos. Al mismo tiempo consideró que para ellos también sería una solución favorable, porque el respaldo de los checos les ayudaría a enfrentarse a la presión húngara”.

Desde 1848, cuando se empezó a fortalecer la identidad nacional, el programa político de Eslovaquia partió de la idea de establecer un Estado autónomo dentro de una Hungría federalizada.

Los eslovacos compartían con su vecino del sur más lazos culturales e históricos que con Chequia, por lo cual muchos se preguntaron por el motivo de su decisión final.

A pesar de que aparecieron voces que reclamaban un referéndum, finalmente ganaron los intereses económicos e idealistas de los burgueses eslovacos, que consideraron la unión con los checos más beneficiosa.

El 30 de mayo de 1918, el Acuerdo de Cleveland fue sustituido por otro pacto, el Acuerdo de Pittsburg.

En el documento volvió a ser aprobada la unión de ambos pueblos con la autonomía para Eslovaquia respecto a la administración pública, el funcionamiento de su propio Parlamento y del sistema de jurisdicción.

La desilusión del pueblo eslovaco

El sueño de la independencia se hizo realidad el 28 de octubre de 1918, cuando el ministro de RR.EE del Imperio Austrohúngaro, Gyula Andrássy, aceptó las condiciones del presidente estadounidense Woodrow Wilson, que pidió autonomía paro los pueblos del imperio Habsburgo.

El Consejo Nacional Eslovaco proclamó la unión con su vecino dos días después por medio de la Declaración de Martin.

El primer desengaño para los eslovacos llegó el 29 de febrero de 1920 con la aprobación de la Constitución Checoslovaca, en la que no constaba la posibilidad de que los eslovacos pudieran independizarse en el futuro. En lugar de la autonomía se les concedió la autogestión administrativa.

Los representantes eslovacos protestaron contra lo establecido, recurriendo al texto del Acuerdo de Pittsburgh.

Sin embargo, el presidente Tomáš Garrigue Masaryk declaró que el convenio había sido pactado entre representantes checos y eslovacos en EE.UU, por lo cual no constituía una norma reglamentaria, apunta Rychlík. “El Acuerdo de Pittsburgh estableció la posibilidad de una Eslovaquia autónoma, sin embargo, no se determinó en él ninguna fecha. En la Asamblea de los Representantes del Consejo de Eslovaquia se fijó que el proceso de autonomía se podría llevar a cabo dentro de diez años, sin embargo, no se trataba de nada más que una reflexión libre”.

Edvard Beneš,  foto: ČT
Los eslovacos se vieron indignados igualmente por la desequilibrada representación de sus ciudadanos en la administración pública y el Ejército. Los representantes de Checoslovaquia argumentaron que este asunto dependía de la proporción del número de ciudadanos eslovacos dentro del estado.

Leña al fuego añadió la actitud del segundo presidente checoslovaco, que sería el checo Edvard Beneš.

En su opinión, los checos y los eslovacos eran dos etnias de una misma nación; la checa, y nunca reconoció que el idioma eslovaco fuera algo más que un dialecto. Lógicamente, para los eslovacos se convirtió en un político incómodo.

Lejos de la idea de la nación checoslovaca

Tras el nacimiento de Checoslovaquia se fundaron en el territorio eslovaco decenas de colegios e institutos. La mayoría de los maestros en ellos eran de origen checo, por lo cual enseñaban en su lengua materna. Todos estos factores daban a entender que la idea de la nación checoslovaca estaba muy lejos de llegar a ser realidad, apunta Rychlík.

“Masaryk estaba equivocado en cuanto a la idea de una nación checoslovaca unitaria. Subestimó el desarrollo de la conciencia nacional de los eslovacos. A pesar de haber sido una nación oprimida por los húngaros a lo largo del siglo XIX, los eslovacos entraron en Checoslovaquia con una identidad nacional casi formada y con un programa completo. Les faltaba poco para formar una nación compatible y, por tanto, en breve empezaron a buscar la federalización y luego un Estado independiente”.

“Ninguna nación quiere renunciar a su identidad”

El nuevo Estado contó con la presencia de diversas minorías, cuya concentración en aquel entonces era supuestamente la más alta del mundo.

En los primeros años de la existencia de Checoslovaquia, su población estaba formada por más alemanes que eslovacos.

De acuerdo con el censo de 1921, en su territorio vivían 3 millones de alemanes y 6,5 millones de checoslovacos.

Otras minorías asentadas en Checoslovaquia eran la ucraniana, la polaca, la húngara y la rusina, por ejemplo.

Tratado de Múnich | Foto: Bundesarchiv,  Bild 183-R69173/Wikimedia Commons,  CC BY-SA 1.0
Masaryk estaba convencido de que los checos, y los eslovacos junto a las minorías podrían formar una nueva nación, apunta Rychlík.

“Creo que esta fe en la convivencia de tantas naciones se debía a la influencia de su esposa, que era estadounidense. En su país esto funcionaba así. Cualquiera que entonces se asentara en EE.UU se convertía con el paso de tiempo en un ciudadano estadounidense. El problema es que en Europa, nadie quiere dejar su identidad. Para que se hubiera cumplido la idea de Masaryk, se habrían necesitado muchas generaciones”.

Hitler insiste en la formación del Estado Eslovaco

En 1938, tras la aprobación del Tratado de Múnich, en el que Francia y Gran Bretaña aprobaron la adhesión de una tercera parte del territorio checoslovaco a la Alemania nazi, el Gobierno checoslovaco abdicó, y los eslovacos formaron consecuentemente su propio aparato gubernamental.

Jozef Tiso,  foto: free domain
En 1939, cuando los nazis ocuparon el territorio checo y lo convirtieron en el Protectorado de Bohemia y Moravia, el presidente del Gobierno eslovaco, Jozef Tiso, se encontró bajo la presión de Adolf Hitler, que le exigía que declarara un Estado Eslovaco independiente.

Bajo la amenaza de que Hungría y Polonia se repartirían el territorio eslovaco, el 14 de octubre de 1939 la Asamblea Nacional proclamó el nacimiento del Estado Eslovaco.

Ambas naciones volvieron a juntarse después de la Segunda Guerra Mundial en base al derecho internacional.

Su unión estatal se mantuvo hasta 1993, cuando acordaron una separación pacífica, conocida como el 'Divorcio de Terciopelo'.