“Todo el mundo intentaba explicar para qué habían venido, qué hacían aquí, quién los había mandado”

Dely Serrano, foto: Carlos Ferrer

Hace 50 años las tropas del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia, poniendo fin a la Primavera de Praga. Dely Serrano, española hija de exiliados republicanos, tenía entonces 26 años. Así vivió la invasión.

Alexander Dubček,  foto: YouTube
Checoslovaquia comenzó el año 1968 con un proceso de cambio ilusionante que parecía poner fin a dos décadas de rígido comunismo al estilo soviético. El ala reformista del Partido Comunista, con Alexander Dubček a la cabeza, tomó las riendas del país y durante lo que se llamó la Primavera de Praga, florecieron nuevas libertades como la de expresión y de movimiento.

En el proceso de reformas se intentó implicar a la población, y gracias al fin de la censura, se formó un debate público sobre hasta dónde debía llegar este nuevo “comunismo de rostro humano”, y si por ejemplo debían legalizarse otros partidos políticos.

El alcance de la reforma del sistema en Checoslovaquia será para siempre una hipótesis histórica, ya que el 20 de agosto de 1968 las tropas del Pacto de Varsovia, lideradas por la Unión Soviética, invadieron el país, atajando lo que desde Moscú se consideraba una iniciativa peligrosa.

Dely Serrano, hija de exiliados republicanos tras la Guerra Civil Española, tenía entonces 26 años y trabajaba como profesora de inglés en una escuela de comercio exterior. En su entorno nadie había podido imaginarse que la Primavera de Praga acabaría con una invasión de los “aliados” soviéticos, con una excepción, nos cuenta en entrevista para Radio Praga.

Dely Serrano,  foto: Carlos Ferrer
“Había una vieja profesora que había vivido el año 48 con mucha conmoción, se llamaba Vlasta, y esa siempre decía: ja, sois tontos, ¿pensáis que todo seguirá así de bien? Eso era por el mes de mayo o junio. Y nosotros decíamos: por favor, con todo lo que está ocurriendo, y tanto optimismo, y tanto futuro por delante, ¿cómo puedes hablar así? Ah, decía ella, igual entran los rusos. Y nosotros: ja, ja, ja. Y mira cómo fue la única que de verdad lo supo. Los demás, nadie”. El ambiente era de hecho muy positivo. La sociedad estaba empapada de la sensación de que las cosas estaban mejorando y que los años más duros del comunismo habían quedado atrás, prosigue Dely.

“Todo estábamos tan eufórico y tan locos de alegría. Había sido una primavera muy bonita. Había sido un primero de mayo muy emocionante, donde todos participaron voluntariamente. Era una cosa tan distinta de lo que habíamos vivido un año antes. Nadie hubiera pensado que las cosas se torcerían como se torcieron luego en el mes de agosto”.

De un día para otro

La invasión se produjo en la noche del 20 al 21 de agosto, y ya en la madrugada las tropas soviéticas habían llegado a la capital, y sus aviones sobrevolaban la ciudad. Dely no se enteró hasta la mañana, nos cuenta.

21 de agosto 1968,  foto: Engramma.it,  Wikimedia Commons,  CC BY-SA 3.0
“De repente, por la noche, se oyeron así como unos ruidos. Yo vivía en Praga, pero más bien en Praga ocho, en un piso alquilado. Llevaba dos meses de casada, tenía otras preocupaciones. Había mucho ruido por la noche, sobre las dos de la mañana, las tres. Seguimos durmiendo, porque total qué. Y a las cinco de la mañana llegó la vecina toda emocionada, y decía: estamos ocupados, los rusos han entrado, esto es una invasión, gritaba la pobre mujer”.

En aquel entonces las escuelas se encargaban en verano de realizar las llamadas brigadas de trabajo agrícola, en las que alumnos y profesores contribuían a la recolección de las cosechas. Dely estaba citada en la estación praguense de Bubny para partir hacia Přilupy para recoger lúpulo.

“Toda la escuela estaba allí, todos los profesores estábamos. Todos los chicos estaban allí con sus maletas. Y el director de entonces dijo: hoy no salen los trenes, así que váyanse para casa, y tengan cuidado, que Praga está ya muy revuelta, y hay mucho soldado por Praga, y tanques, y tal y cual”.

Hasta el viernes, tres días después, no fue posible salir de Praga para participar en la brigada agrícola. Mientras tanto, como la mayoría de los praguenses, se dejó caer por la plaza de Venceslao.

“La gente se concentraba en el centro, iba al centro de Praga. Allí veía los tanques, hablaba con los soldados. Estos eran unos chicos de 18-19 años, la mayoría de ellos asiáticos, que no entendían ni ruso ni checo ni nada. Era una situación muy controvertida, diría yo. Eso digamos el pueblo, la gente llana como yo, que íbamos a pasear e íbamos a ver lo que pasaba. Y veíamos los tanques, las ambulancias, muchas ambulancias, porque supimos que hubo cierta resistencia en la radio, hubo tiroteo contra el Museo Nacional. Era un tiempo cubierto, recuerdo que no eran días soleados. Y se veía a la gente triste, nerviosa”.

21 de agosto 1968,  foto: Engramma.it,  Wikimedia CC BY-SA 3.0

Ansia de información

El praguense común estaba estupefacto, y la reacción natural fue tratar de conseguir información y compartirla, continúa Dely Serrano.

Agosto 1968 en Liberec,  foto: Václav Toužimský,  Archivo de Centros Checos
“Los checos son poco dados a conversaciones en la calle con cualquiera. Pero entonces se formaban grupitos y la gente pues hablaba e intercambiaba sus impresiones, sus emociones. Se hablaba mucho de la ciudad de Liberec, donde había ocurrido también mucho tiroteo e incluso había víctimas, pero no se sabía ni cuánto ni cómo ni nada, era más el parloteo de la calle. Las ambulancias iban y venían, y se decía que muchos médicos se habían integrado en, no sé cómo llamarlo, un movimiento de solidaridad con los checos que se manifestaban. Pero no hubo momentos violentos, o no los vi. Solo vi discusión por aquí y allá, todo el mundo vociferando, todo el mundo intentando explicar qué para qué habían venido, qué hacían aquí, quién los había mandado”.

La radio se reveló como el medio principal para comprender qué estaba sucediendo. La Radiodifusión Checoslovaca fue una de las pocas instituciones que resistió mediante lucha armada, y cuando la sede fue tomada, se siguió transmitiendo mediante equipos móviles de onda media. Dely, como muchos otros, no se despegaba de su transistor.

Leonid Brezhnev | Foto: Deutsches Bundesarchiv,  Bild 183-F0417-0001-011,  CC BY-SA 3.0
“Pero teníamos información constante de lo que ocurría, y digamos que lo único que decían era que para que los soldados no pudieran transitar bien, que se quitaran los nombres de las calles, que se quitaran los indicadores de dirección, que se pusieran al revés. Los checos hacían cada tontada. Por una parte te hace reír, por otra parte es trágico”.

Esta resistencia simbólica, al igual que las pintadas o las provocaciones a los soldados soviéticos, se basaba todavía en la esperanza de que pudiera darse un giro, llegarse a un acuerdo. Pero las esperanzas se volatilizaron cuando Dubček claudicó en Moscú, legitimando la invasión.

“A los que se llevaron, o sea, a todo el Gobierno que se llevaron, eran los cuatro máximos. Luego se integró el presidente Svoboda. Eran la cúpula del comité central. Entre ellos estaba el doctor Kriegel, que era no solamente un antifascista, sino que era interbrigadista. O sea, que nosotros los españoles lo conocíamos y le teníamos mucha admiración. Y el doctor Kriegel fue el único que no dio su brazo a torcer, que dijo que no, que no pasaba por ahí. No sé lo que le hicieron o no le hicieron, pero fue el único que no firmó el protocolo de rendición, y para nosotros fue algo así como una gran satisfacción porque había sido uno de los nuestros, de los españoles”.

František Kriegel | Foto: Česká televize,  ČT24
La sensación generalizada en el entorno de Dely Serrano fue de desconsuelo. Comunistas y no comunistas, todos creían en el proceso de reformas y lo habían hecho suyo. Ahora una intervención extranjera había privado a los checoslovacos de la capacidad de decidir en qué tipo de país deseaban vivir.

“Yo no recuerdo que nadie se alegrara. Bueno, luego uno se entera, pero en el momento ni sabíamos que hubo personas que habían enviado una carta solicitando ayuda. Nosotros sabíamos de los acuerdos, de las conversaciones de Čierna pri Čope, que es donde estuvo Brezhnev y el séquito checo. No recuerdo que nadie, nadie que conociera, de la escuela, los padres de los chicos, los vecinos, o quien fuera, que nadie hubiera pensado que la invasión era necesaria o que los rusos seguían siendo amigos”.

Precisamente la invasión inclinó definitivamente la balanza de la imagen que los checos tenían de los rusos hacia el lado negativo. Siempre había habido entre los checos cierta reticencia hacia Rusia, mezclada por otra parte con el entusiasmo de los paneslavistas, como lo fue por ejemplo el escritor Jaroslav Hašek o el político Karel Kramář. Los rusos habían liberado Checoslovaquia en la Segunda Guerra Mundial, lo que supuso un plus. A partir de ahora, sin embargo, Rusia tendrá entre los checos la connotación de ser una nación opresora.

Otra cuestión clave es qué habría pasado de no haber intervenido Moscú en los asuntos checos. Dely Serrano cree que la reforma estaba predestinada a devolver el país de nuevo a la democracia, por lo que antes o después los otros países comunistas se habrían involucrado para evitarlo.

Karel Kramář,  foto: Archivo del Museo Nacional
“No hubieran permitido los partidos comunistas circundantes, por llamarlos de alguna manera, que en Checoslovaquia, el proceso de la Primavera de Praga hubiera seguido adelante. No era posible porque la perspectiva, o lo que se esperaba, era la democracia. Y cuando se dice democracia entonces los checos siempre tienen dentro de sí la Primera República, el presidente Masaryk, etc.”.

Aunque profesora en aquella época, Dely Serrano, gracias a su dominio fluido de seis lenguas, hizo carrera sobre todo en el campo de la traducción y la interpretación. Llegó a ser intérprete para el presidente Václav Havel, Fidel Castro o el rey de España Juan Carlos I, entre otros. Es también autora de manuales y diccionarios.