El embajador literario

Foto: Garamond
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Además de haber sido el primer embajador argentino tras la Revolución de Terciopelo, la trayectoria literaria de Abel Posse incluye una novela sobre la enigmática estadía del Che Guevara en la capital checa. En esta entrevista el escritor y diplomático explica por qué nunca quiso volver a Praga; y la hispanista Blanka Stárková revela cómo fue su experiencia al traducir varios de sus libros.

Abel Posse,  foto: YouTube / Canal 26
Durante su cargo como embajador argentino en Praga, entre 1990 y 1995, Abel Posse recuerda varias anécdotas. Pero una de las más curiosas ocurrió durante la ceremonia de presentación de credenciales, el acto oficial que da inicio al cargo diplomático: en medio de la emoción por compartir ese momento con Václav Havel, el embajador argentino se dio cuenta de que el himno que sonaba no era, en realidad, el de su país.

“Y se equivocaron el himno, y yo estaba muy emocionado de presentar mi primera credencial y, sobre todo, con una figura histórica como Havel, fue histórica desde ese momento la figura de Havel”.

Posse recuerda a Havel como un dirigente con una lucidez notable y, al mismo tiempo, un artista. Asegura que en algunas de las reuniones que mantenía con él y muchos de sus colaboradores, Posse podía descansar un poco de la diplomacia y mostrarse más como escritor.

Además, la residencia de la embajada argentina estaba ubicada, por ese entonces, en una propiedad de la familia del presidente que estaba llena de historias. Por ejemplo Posse revela que, mucho antes, cuando los nazis ocuparon Praga, en ese lugar había estado Goebbels con su amante, Lída Baarová. A tal punto estaba enamorado el jerarca nazi de la actriz checa, que le insinuó a Hitler su deseo de casarse.

Foto: Garamond
Escritor y diplomático de carrera, antes incluso de su mandato como embajador en Praga, Abel Posse había publicado uno de sus libros más importantes: “Los perros del paraíso”, ganador del prestigioso Premio Internacional Rómulo Gallegos. La capital checa le dio la inspiración necesaria para continuar con la escritura.

“Praga me ayudó en ese sentido porque tuve la serenidad para escribir, estaba en la vieja casa de Barrandovská 17 de la familia Havel que tenía la embajada argentina y a las seis, siete de la tarde pasaba siempre, en pleno invierno, un heladero con una campanita. Y era cuando terminaba de escribir”.

Al día de hoy Posse recuerda esa etapa en Praga como una de las más lindas de su vida. Pero además lo marcó profundamente porque fue su primer trabajo como embajador, cargo que luego desarrollaría en otros seis países. Sin embargo, asegura que nunca volvió a Chequia ni piensa hacerlo porque prefiere no regresar a los sitios donde fue feliz. Por eso mismo, a la distancia, y treinta años después de la Revolución de Terciopelo, Posse agradece haber sido testigo de ese cambio tan profundo en la sociedad checa y, al mismo tiempo, expresa su admiración por quienes pudieron hacerlo posible.

“Lo seguía como una cosa inolvidable, y tuve la honra de poder darles la mano como embajador ya que fue mi primera embajada, así que viví eso con una intensidad muy profunda”.

Václav Havel,  foto: archivo de ČT
Justamente en esos años Abel Posse empezó a escuchar sobre la enigmática estadía del Che Guevara en Praga en 1966, unos meses de relativa tranquilidad poco antes de encontrar la muerte en Bolivia. Sin embargo, se trató de un proceso largo porque el libro se publicó recién en 1998, incluso después de su estadía en la capital checa.

Posse revela que en la novela hacía desfilar al argentino en algunos de los lugares que él mismo frecuentaba y dice que la idea de escribir “Los cuadernos de Praga” surgió al advertir que los biógrafos de Guevara solo habían dedicado unas pocas líneas a esa etapa. Para escribir la novela Posse tuvo que investigar pero también inferir ya que se trató de un viaje ignorado incluso por las autoridades checoslovacas.

Además de conocerlo en persona, la hispanista Blanka Stárková tradujo tres novelas de Abel Posse: “Los perros del paraíso”, “Los cuadernos de Praga” y “La pasión según Eva”.

La traducción al checo de “Los cuadernos de Praga” recién llegaría a publicarse en 2013 porque, aun cuando la novela no llevaba para nada esa impronta, los temas vinculados con el comunismo no despertaban interés en el público checo.

Blanka Stárková,  foto: Juan Pablo Bertazza
Stárková rescata la aproximación psicológica que Posse desarrolla en torno a la figura del Che Guevara, un personaje que, más allá de las licencias del autor, se vuelve muy vívido. Sobre todo cuando empieza a mostrar su complejidad y también algunas dudas, a la par que se va fundiendo con sus identidades secretas.

“La figura sale muy plástica. Yo no sé si el Che podría haber tenido algunas dudas sobre el socialismo durante su estancia en Praga, no lo creo, porque él admiraba, por ejemplo, a Stalin. Y en el año 1966, cuando él estuvo aquí, se sabía tanto de los crímenes de Stalin que no me parece compatible. Pero creo que sí, nos podemos imaginar que veía la burocratización del socialismo, eso sí. Y él como fue un idealista inescrupuloso seguramente lamentaba esa burocratización”.

El propio autor del libro también rescata de su novela esa especie de puesta en crisis que hace atravesar a su protagonista. Además de destacar que Guevara tenía serios problemas para pensar estrategias y alianzas, imagina que esa especie de gran diálogo interno que, en la novela, él mantiene con sus alteregos puede ser uno de los grandes temas a explorar en una eventual adaptación cinematográfica.

“Compraron los derechos para hacer una película en Inglaterra y una de las cosas que más pienso interesantes es cuando él habla consigo mismo como si fuera realmente un vendedor de muebles uruguayo, una de las dos identidades que usaba, y entonces él se desdobla en capitalista”.

Abel Posse,  foto: Canal CARI / CC BY 3.0
Durante esos años como embajador Posse no pudo aprender checo y tenía que comunicarse en otros idiomas. Recuerda que el único en hacerlo fue el embajador norteamericano que se levantaba a las seis de la mañana para estudiar checo y alcanzó un buen nivel.

Justamente por cuestiones de idioma o quizás de contexto, la traductora recuerda que en “Los cuadernos de Praga” había algunos equívocos o licencias. Por ejemplo que, según la novela, en el Café Slavia se fumaban papirosas, que en realidad solo se consumían en Rusia. Por otro lado explica que la imagen que aparece de Praga condensa varias décadas en una. Porque esa ciudad grisácea y con gente tímida que aparece en el libro era, según la traductora, la Praga de los años 50 y 70 pero no la del 66, que coincide con la nueva ola del cine checoslovaco, el teatro y la literatura, esa generación de posguerra que irrumpió con mucho entusiasmo y alegría.

Stárková agrega que la novela cuenta también con datos muy precisos como el de aquella vieja residencia donde, en efecto, se bañaban las actrices de Barrandov.

“Yo tuve la suerte de traducir siempre autores que me gustaban. Porque es necesario que te guste el autor, que te interese profundamente porque imagínate que vives con él día a día, hora a hora, incluso de noche en tus sueños durante un año por ejemplo. Y te corre en la sangre, lo tienes en tus células, eres parte de él, eres el transmisor, eres un médium”.

En efecto, todas las novelas de Abel Posse que tradujo le llevaron mucho trabajo porque su escritura no es sencilla aunque, al mismo tiempo, le dieron un enorme placer.

El Café Slavia en Praga | Foto: Ondřej Tomšů,  Radio Prague International
Durante ese absorbente proceso de trabajo, Stárková recomienda también proveerse también de sus propias fuentes para despejar dudas. De hecho, cuando traducía “Los perros del paraíso” tuvo que buscar a un capitán de la marina checa para que le explicara términos como “maniobra de aceite”. Gracias a su ayuda logró entender que, en el pasado, cuando había tormentas fuertes, los barcos solían tirar aceite para apaciguar las olas.

Por supuesto los traductores debían ejercer su creatividad al máximo en tiempos donde no había internet y, a veces, ni siquiera diccionarios.

“Pertenezco a la generación que fue favorecida pero comenzaba su carrera de traductores solamente con el primer tomo del diccionario español checo, solamente desde la A hasta la H”.

No caben dudas de que esas dificultades, lejos de amedrentarla, no hicieron más que estimular la labor de esta hispanista que, gracias a sus traducciones, hizo posible que el público checo conociera la faceta literaria del primer embajador argentino desde la Revolución de Terciopelo.