La Reforma Económica

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Con este espacio, "Del Totalitarismo a la Democracia", Radio Praga trata de ofrecer un vistazo sobre lo que ha representado el proceso de transición en la República Checa. Este espacio está dedicado a todas las personas interesadas en conocer detalles sobre la transformación checa desde la dictadura comunista hasta la democracia, por lo que creemos que encontraremos muchos radioescuchas en Cuba, donde importantes sectores de la población se preparan también para un proceso de cambio pacífico en la Isla.

Foto: Štěpánka Budková,  Radio Prague International
En la segunda mitad de 1990 se dieron pasos decisivos, tanto políticos como legislativos, hacia una reforma económica. En septiembre y octubre fue aprobada en la Asamblea Federal una "reforma económica radical", preparada y dirigida por el ministro de Economía Václav Klaus; se votó y aprobó la Ley sobre la "pequeña privatización", así como también una ley para compensar los efectos de los antiguos ataques perpetrados contra la propiedad: la Ley de restitución.

Se creó el Consejo de Acuerdos Económicos y Sociales ("tripartito") como órgano para las relaciones entre el gobierno, las corporaciones y los empresarios. A mediados de octubre, la corona fue devaluada con respecto al dólar y se llevaron a cabo otra serie de manipulaciones de divisas.

Para el 1 de enero de 1991, se liberalizaron los precios. Una primera serie de empresarios, comerciantes, restaurantes, etc., emprendieron una "pequeña privatización", cuyo proceso continuó hasta diciembre de 1993. En las tierras checas se subastaron más de 20.000 propiedades por un valor total superior a 1.235 millones de dólares ($). A finales de enero, se aprobó en la Asamblea Federal una Ley sobre la privatización de grandes propiedades, posibilitando el paso de propiedades estatales a manos de propietarios privados con el fin de estimular la actividad empresarial.

La ley, aprobada por la Asamblea Federal el 21 de mayo, y que regulaba las relaciones de propiedad con el suelo y otras propiedades agrícolas, pertenecía a la categoría de las leyes restituyentes con miras a rebajar los efectos de las injusticias cometidas contra propietarios de bosques y fincas en los años 1948-1989. La primera ola de "privatización por cupones", en la que el Estado ofrecía acciones de 1.491 empresas con un valor aproximado de 300.000 millones de coronas, comenzó el uno de noviembre de 1991 con el registro de "compradores de cupones de inversión" (los llamados DIK, en checo).

Gracias al influjo de la propaganda estatal y de otro tipo de publicidad, seis millones de checos y dos millones de eslovacos, aproximadamente, compraron talonarios con miles de cupones de inversión. En diciembre de 1991, la Asamblea Federal aprobó una Ley sobre medio ambiente y otra sobre corrección y establecimiento de relaciones de posesión en las cooperativas (la llamada Ley de transformación).

A partir del 18 de mayo de 1992, todos los que tenían "libros de cupones" pudieron invertirlos bien directamente en empresas privatizadas, bien confiarlos a fondos de inversión. Tres cuartos de los DIK - influenciados por una campaña publicitaria, y con la esperanza puesta en un rápido enriquecimiento que parecía reservarles el nuevo contexto que se vivía de "capitalismo al alcance de todos"- confiaron sus cupones a los fondos de inversión.

La manera en que se llevó a cabo la reforma económica tenía una alternativa. Las ya mencionadas controversias entre las economías del Gobierno checo y el federal, como por ejemplo la diferencia en la concepción de cómo llevar a cabo la privatización, se mantenía aún después de las elecciones. Ambas concepciones, sin embargo, coincidían en lo más esencial: la desregulación de los precios, la reforma monetaria y la liberalización del comercio exterior, medidas que debían ponerse en práctica inmediatamente.

Sin embargo, mientras que la necesidad de una amplia privatización quedaba fuera de toda duda, restaba aún por resolver la pregunta esencial de cómo ejecutarla. Una de las posibles formas de privatización era la restitución, con la que se podría -al menos hasta cierto punto- compensar los crímenes contra la propiedad cometidos por el Estado comunista después del año 1948.

La principal diferencia consistía en qué respuesta dar a la pregunta de si el Estado no debía acaso reestructurar las empresas clave antes de llevar a cabo su propia privatización. El Partido Cívico Democrático era de la opinión de que el Estado no debía intervenir en la microesfera empresarial. Deseaba privatizar todo el sector empresarial mediante el método de los cupones.

Argumentaba que en la República Checa no había suficiente capital para privatizar todo el sector empresarial con los métodos habituales -es decir, mediante la venta a propietarios solventes. No obstante, lo que comunicaba a los medios, en un lenguaje populista, era que el "oro de las familias checas y eslovacas" no debería quedar expuesto al capital extranjero.

Prometía que el sistema de privatización mediante cupones sería rápido y reduciría la corrupción al mínimo. A los ministros de Economía del Gobierno checo, con Karel Vrba a la cabeza, este método les parecía, sin embargo, muy arriesgado. Objetaban que era imposible crear una buena estructura de propiedad mediante un sistema de lotería de cupones; el resultado sería una atomización de la propiedad y los inversores extranjeros, sin los cuales no saldría adelante el sector industrial checo, perderían el interés por incorporarse a él.

La privatización que proponían los economistas del Foro Cívico suponía una unión de antemano de la mayoría de las grandes y más importantes empresas en un consorcio supranacional, respecto a lo cual era necesario preparar individualmente a cada empresa y controlar el proceso de privatización. El ministro Klaus fue el padre de la idea de que es inadmisible intervenir en las propias empresas, añadiendo que la tarea del Estado se limitaba a la creación de las condiciones favorables para que de todo lo demás se ocuparan los mismos propietarios, empresarios y la "mano invisible del mercado".

Foro Cívico
Un complejo sistema de relaciones y de problemas fue descaradamente manipulado: Klaus acusaba a sus oponentes de ser partidarios del ya desacreditado intervencionismo estatal, de criptocomunismo, de izquierdistas y de partidarios de la irresponsable "tercera vía". Los años siguientes demostraron que las grandes empresas privatizadas por capital extranjero funcionan bien, mientras que las empresas privatizadas por el sistema de cupones sufren una especie de agonía o sencillamente desaparecen. Como conclusión, podemos decir que la "pequeña privatización", a pesar de haber sufrido ciertos problemas, tuvo éxito y provocó claramente un desarrollo dinámico del sector servicios.

La "gran privatización" no puede juzgarse tan triunfalmente: ha estado acompañada de una gran corrupción, de prácticas dudosas como las llamadas "tunelación" y "exprimidor" (neologismos para designar el delito de retirar grandes sumas de los fondos de empresas y de los bancos). La postura de los artífices de la reforma económica de no llevar las riendas de los mecanismos de control ni instaurar la base legal necesaria se convirtió en la gran baza de los "tiburones" y, finalmente, condujo a una insana relación entre la esfera de la política y la de los negocios.

Los votantes respondieron en las segundas elecciones (1992) al caos, confusión y creciente sentimiento de inseguridad desde la caída del comunismo, decantándose por personalidades parlamentarias carismáticas. Vladimir Meciar como presidente del Movimiento por la Democracia de Eslovaquia, y Václav Klaus como presidente del Partido Demócrata Cívico, eran los que encarnaban más evidentemente las promesas e ideas en las que se creía; el primero representaba la política de decisión nacional en Eslovaquia y el segundo la política de prosperidad económica.

La reunión que mantuvieron sobre la organización legal del país no llegó a un acuerdo favorable para ambos, con lo que el 25 de noviembre de 1992, el Parlamento se decidió por la división de Checoslovaquia en dos estados autónomos para cuando llegara el 31 de diciembre.

Con la fragmentación de Checoslovaquia en las independientes República Checa y República Eslovaca desapareció un Estado que había sobrevivido a las peores condiciones, a los tormentosos acontecimientos de la historia centroeuropea durante 74 años. Su desaparición se debió a que nunca fue capaz de responder a la pregunta de su existencia. Teniendo en cuenta que la élite política democrática admitía como su principal tarea el mantenimiento de este Estado como herencia histórica, su descomposición puede ser considerada como su más enorme derrota.

Por otra parte, el hecho en sí de la separación fue tranquilo, rápido y ordenado, lo cual -en comparación con el sangriento ajuste de cuentas del nacionalismo soviético o yugoslavo- debe ser favorablemente valorado. Las segundas elecciones libres del año 1992 afianzaron la vuelta al sistema de la democracia parlamentaria, en el que el papel dominante recaía sobre los partidos políticos.

En este sentido, tanto la República Checa como la República Eslovaca se aproximaban al estándar definido por el sistema dominante en Europa Occidental, y volvían así a los ideales sobre los cuales habían basado su Estado moderno en el año 1918. Con todo, la actividad de los partidos políticos quedaba manchada por el arribismo y el amiguismo, y finalmente, con una evidente conexión entre las esferas mediáticas, empresariales y políticas.

Los grandes escándalos políticos estaban por llegar. Al mismo tiempo, los efectos de la transformación económica -es decir, la alternativa que acabó imponiéndose, la "terapia de choque"- son bastante dudosos. La fe en la todopoderosa "mano invisible del mercado", más la supuesta tradición de los valores checos y eslovacos, resultaron sometidas por una tendencia expansiva al rápido y fácil enriquecimiento en detrimento de la mayoría y en contra de las leyes o de los valores mayoritariamente aceptados.

Lo que un día supuso una de las razones más importantes para la caída del comunismo -la falta de distribución de productos de primera necesidad y la baja calidad de los servicios- estaba reapareciendo visiblemente de nuevo. En el ámbito de la gran privatización -el paso de grandes propiedades a manos privadas- no se cumplieron las esperanzas depositadas en el método de los "cupones", incapaz de conducir hacia el surgimiento de un sistema capitalista estable y que sirviera de base para una economía en crecimiento.

A menudo se han tomado decisiones políticas partidistas e interesadas: por encima de todo, se notaba la falta de voluntad política de accionar los mecanismos de control en el proceso de privatización, quizá por temor a dilaciones burocráticas inútiles, aunque en realidad lo que se escondía detrás era la comodidad o el propio interés. Con respecto a la cuestión de "qué hacer con el pasado comunista", se vivía, desde la primera mitad de 1990, en una situación literalmente esquizofrénica.

Un compromiso histórico entre el Foro Cívico y el Partido Comunista de Checoslovaquia hizo posible, desde finales de 1989, que se llevaran a cabo compensaciones consecuentes con la herencia de cuarenta años de dominación absoluta de un partido de carácter criminal. Por una parte, el reconocimiento del agotamiento histórico del comunismo se imponía claramente, pero, por otra, la élite democrática reconoció, en enero de 1990, al Partido Comunista de Checoslovaquia como miembro de derecho legítimo de la vida política sin ninguna limitación.

A raíz de ello se produjeron una situación caótica y una serie de malentendidos, entre otros, los referidos a la devolución de las millonarias propiedades del PC al Estado y al castigo de los criminales y traidores de la era comunista. Una serie de posturas ambiguas congeló, en 1993, el proceso de aceptación de una Ley acerca de la criminalidad e ilegalidad del régimen comunista. En la sociedad que condenó al comunismo sigue existiendo un partido comunista como fuerza parlamentaria potente, a la cual el resto de los grupos califica como de extremistas conscientes de la leyenda que se ha forjado en los últimos años, y, sin embargo, en las áreas regionales y locales no dejan de cooperar con ella.

Autor: Jiri Suk
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