En Puerto Esperanza los sueños se hacen realidad

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Les llevaremos al Gran Chaco paraguayo. Allí en los umbrales del siglo XX empezó la historia de amor del explorador, botánico y etnógrafo checo Alberto Vojtech Fric y de la indígena de la tribu Chamacoco, Lora-y. Las circunstancias de la vida y la distancia entre continentes separaron a los jóvenes enamorados. Sin embargo, de ese matrimonio insólito nació una hija, Herminia, que cien años más tarde volvió a unir la familia checa e indígena. En el pasado mes de septiembre Radio Praga acompañó a Yvonna y Pavel Fric que ya por cuarta vez visitaron a sus parientes indígenas en Puerto Esperanza. ¿Cómo son los Chamacocos con sangre checa, cómo viven y qué opinan?

Rodolfo Ferreira Fric:

“Antes de que nuestros primos nos conocieran vino primero una pareja de antropólogos. Arribaron a Alto Paraguay y allí se encontraron con los indios Chamacocos. Y preguntaron y la gente les contó que existe una hija extranjera de un gringo, y que se llama Herminia Fric. Y ellos se miraron unos a otros con sonrisa porque esa fue la hija del gringo que pasó por Alto Paraguay y andaba con los Chamacocos. Y después aproveché su viaje y escribí a mis parientes, a Pavel y su esposa, y les dije que yo soy el cuarto hijo de mi madre Herminia que es la hija de vuestro antepasado, que nuestra mamá está ya muy ancianita y antes de que descanse por qué no venís a visitarla y a verla cómo ella está. Visítennos y véannos acá”.

Al leer en mi infancia el libro de aventura “Cazador largo” de Alberto Vojtech Fric, no me imaginaba que un día visitaría el lugar donde el valiente Karaí Pukú cazaba tigres y que me encontraría con descendientes de los indios con los que él compartía el fuego y una estrecha amistad. Igual que el hijo mayor de Herminia, Rodolfo, jamás se imaginó que un día vería a parientes de su abuelo europeo del que le contaba su mamá.

“Nuestra madre nos contaba que era hija de un extranjero y que su nombre es Alberto Fric. Y contó también que cuando ella era chica, su papá le mandaba regalos. Después no sé qué pasó con su papá. Puede que su papá pensara que su hija había fallecido, y por eso no mandó más sus regalitos. Pero antes de eso, mamá cuenta que cuando su papá se fue, regaló a cuatro hombres escopetas para que estos varones pudieran ir a matar bichos para que su mamá recibiera alimentos. Y esa gente le ayudaba, mataba animales, le daba a la mamá de ella y cuando tenían suerte de encontrar mieles, ellos le pasaban a la mamá de ella”.

Pavel Fric con su esposa Yvonna  (Foto: autora)
El río Paraguay es la única vía de comunicación que une Puerto Esperanza, situado a mil kilómetros de distancia de Asunción, con el resto del mundo. En noviembre de 2002 bajaron de un barco el nieto checo de Alberto Vojtech Fric, Pavel, y su esposa Yvonna. Con curiosidad y también con un poco de preocupación se acercaron a su primo Chamacoco Rodolfo Ferreira Fric sin presentir que ese momento cambiaría el rumbo de sus vidas.

“Llegaron acá enfrente y allí nos encontramos. Fue un lindo encuentro, sorprendente para nosotros. Cuando mis parientes llegaron, me sentí muy conmovido, salían mis lágrimas de tanto gozo de verlos a ellos. Hasta ahora cuando recuerdo esto me salen lágrimas. Recuerdo este primer encuentro y ya me siento conmovido también, me toca adentro. Allí los llevé a ver a mi mamá, ellos vieron y le felicitaron mucho, le abrazaron, le besaron y sacaban muchas fotos. Eran tres noches que pasaron con nosotros. Vivían allí con nosotros en nuestra casa, tuvimos vergüenza porque no estamos en buenas condiciones. Un día hubo una tormenta, lluvias fuertes, y se mojaron ellos porque mi casa no está buena y la lluvia entró y ellos estaban allí adentro del mosquitero sentados con una frazada, que yo les tapé encima de ellos”, recuerda Rodolfo.

El sobrino de Rodolfo y nieto de Herminia, Cándido Martínez, confirma que el primer encuentro con los tíos Yvonna y Pavel fue una cosa impresionante para la familia, que se preguntaba si realmente eran sus parientes.

“Al comienzo parece que teníamos una pequeña distancia. Teníamos duda porque no estábamos acostumbrados a ellos. Pero después ya nos fuimos acostumbrando unos a otros, cada vez nos acercábamos más y teníamos ese sentir como parientes”.

Las últimas dudas acerca del parentesco entre la familia Fric checa y Chamacoca se disipan durante el encuentro con la principal protagonista de esta historia increíble, la tía Herminia.

Herminia, que ha cumplido los 102 años, vive en Puerto Esperanza rodeada de sus nietos, bisnietos y tataranietos. Aunque no ve y no oye bien y dice que ya no se acuerda de cantar, no deja de interesarse por lo que pasa alrededor de ella y se alegra de los regalos que le traen los sobrinos checos. Esta vez ha recibido una manta gruesa de color rojo.

En la casa de Herminia nos encontramos con su hija mayor Ángela que irradia fuerza vital a pesar de graves problemas de vista que sufre como muchos otros Chamacocos a consecuencia del polvo que levanta constantemente el viento en el Chaco. Ángela nos cantó una oración antigua por su padre.

Ramón es chamán y esposo de la hermana menor de Ángela, Susana. A sus 83 años de edad decidió fundar un nuevo asentamiento para la familia Fric Chamacoca en Puerto Caballo, en la confluencia del Río Paraguay con el Río Negro donde coinciden las fronteras del Paraguay, Brasil y Bolivia.

“Un día tuve un sueño. Allí Jesús estaba sentado y la gente invisible me dijo: ¿vos conocés este señor? Sí, conozco, éste es Salvador. Visítale un poco a éste. Yo me fui, lo visité y él me dijo: Yo te quiero llevar. Yo le dije dame permiso un poquitito más, yo quiero conseguir primero documentos para Puerto Caballo, mejorar nuestra vida, y después ven y vamos. Bueno, entonces, quédate y cura la gente con este bastón. Entonces, yo hice lo que yo vi en mi sueño”.

Ramón recibió del presidente de la República del Paraguay y del Instituto Nacional del Indígena, INDI, el decreto para la tierra en Puerto Caballo. Construyó la primera casa de troncos de palmeras cubierta con chapa y limpió el terreno para que pudieran venir a asentarse otros nuevos habitantes.

Allí donde mis ojos centroeuropeos vieron un lugar desierto donde se escuchaban sólo el cantar de los pájaros y el zumbido de los insectos, Ramón veía tierra buena con acceso al agua que dará pasto verde a una manada de vacas y un mejor futuro para su familia.

Con el objetivo de ayudar a mejorar las precarias condiciones de vida de los Chamacocos de Puerto Esperanza, surgió por iniciativa de Pavel Fric la asociación cívica Checomacoco. Con apoyo de donantes privados y del Ministerio de RR.EE. checo, que considera a los descendientes de Herminia como paisanos checos, reunió recursos financieros para comprar en septiembre de 2006 para los indígenas 140 vacas y 3 toros, base de una futura fuente regular de ingresos. Cándido señala que la familia toma ese proyecto muy en serio.

“Este proyecto de ganadería era muy emocionante para nosotros porque la familia Fric, no todos somos pequeños ganaderos. Algunos de nuestros parientes necesitaban también alcanzar animales vacunos para poder superar sus condiciones de vida. Y ahora nos vemos todos involucrados por este proyecto de ganadería y tenemos esperanza de que dentro de cuatro años toda la familia Fric vaya a tener ganaditos. Siempre confiábamos en nuestra familia. Nosotros les propusimos que la ganadería es el único trabajo que podría solucionar los problemas económicos de la familia. Entonces, ellos nos decían que iban a ser intermediarios y que iban a buscar un apoyo en la República Checa. Siempre creíamos que eso iba a ser realidad”.

El proyecto de ganadería también interesa a las generaciones más jóvenes, lo cual confirma la hija de Cándido, Cesia, de 17 años.

“La Asociación Checomacoco es muy interesante, muy importante para mí. Creo que esa oportunidad no se te da todos los días. Sin embargo, esa gente nos apoyó, confió en nosotros, y yo agradezco mucho a esa gente porque sin vernos, estando lejos, nos ayudó a nosotros, a los Chamacocos. La verdad que les agradezco muchísimo porque eso cualquiera no lo hace, porque siempre dicen que el indígena no puede salir adelante. Sin embargo, están luchando nuestros padres, nuestros parientes por demostrar que sí pueden, para demostrarlo a esa gente que confió en ellos, que dieron su apoyo y están con ellos apoyándoles como ahora, por ejemplo, la tía Yvonna. Es una gran mujer, le agradezco mucho que hasta ahora sigue confiando en nosotros. Y por ella también hacemos las cosas, pensando en que algún día podamos demostrarle que sí podemos nosotros, los indígenas, salir adelante”.

Foto: autora
El ganado checo en Puerto Esperanza se reproduce exitosamente y en estos momentos cuenta ya con más de 35 nuevos terneros.

“Lo hacemos todo para nuestros hijos”, escuchamos con frecuencia en la aldea indígena. Desde hace tres años la Asociación Checomacoco trae a los escolares de Puerto Esperanza cuadernos, lápices de color, juegos didácticos, así como libros de cuentos de hadas checos traducidos al español.

La esposa de Cándido, María Romero de Martínez, es directora de la Escuela Básica Lorenzo Ferreira Fric, de Puerto Esperanza.

“Lo esencial y lo que más se usa son lápices, los bolígrafos que no les duran. Porque los que compran sus madres y los que reciben a veces algunos de regalo no son mejores, y como algunos son niños muy pequeños no los saben utilizar y destruyen mucho. Eso es lo que muchas veces les hace falta”.

Patio de la escuela  (Foto: autora)
Los niños son iguales en todas las partes. A algunos les gusta el aprendizaje más y a algunos menos. A diferencia de los checos, los alumnos de Puerto Esperanza visten uniformes, no trabajan con ordenadores y tienen que llevar agua en baldes del Río Paraguay si quieren adornar su patio escolar con un bancal de plantas verdes.

“La materia favorita de los alumnos es la matemática y un poco de castellano, específicamente la gramática les gusta mucho a los niños. Ellos dicen que les cuesta un poco la lectura, no porque no sepan leer, sino que muchas veces, como tenemos otro idioma, les es un poco difícil entender, captar los mensajes, entonces, no les gusta tanto porque requiere mucho trabajo individual de parte de ellos. Y la gramática, los maestros se la explican, entonces, ellos cuando entienden ya les gusta”.

Alumnas de Puerto Esperanza  (Foto: autora)
Los esposos Fric entregaron a María una carta de la directora de una escuela de arte de Jindrichuv Hradec, en Bohemia del Sur, cuyos alumnos al escuchar sobre la situación difícil de sus coetáneos en Paraguay han organizado espontáneamente ya varios eventos en beneficencia de Puerto Esperanza. Los niños checos también se interesaron en entablar amistad con los niños indígenas. ¿Ha sido bienvenida su iniciativa?

“Esa es la idea. Justamente les planteé. Algunos niños ya tuvieron una oportunidad de hacerlo con otro país, exclusivamente con España, pero lastimosamente eso no llegó a ser realidad. Entonces, siempre es el sueño de que otro país les apadrine, de que tengan hermanos, por ejemplo, de Europa que les pueden ayudar a hacer la hermandad. Cuando les avisé la idea, les gustó a todos enseguida, algunas alumnas ya redactaron sus cartitas, me mostraron, estaban muy lindas. Ahora las van a volver a copiar en limpio y prepararlo y entregarlo después a la tía Yvonna para que las pueda lleve y haga llegar”, comentó María.

Mady, nieta de Rodolfo, es una de las niñas que se entusiasmaron con la idea. Le gusta la historia y la geografía. Sueña con tener una casa bonita y viajar, tal vez un día también a la República Checa.

Alumnos de la escuela básica de Puerto Esperanza  (Foto: autora)
No todos los niños de Puerto Esperanza terminan la educación escolar básica. Muy pocos pueden proseguir sus estudios en secundaria. Los que quieren hacer el examen de bachillerato tienen que trasladarse a otros lugares, por ejemplo, a Bahía Negra, a 30 kilómetros al norte de Puerto Esperanza.

Cesia Martínez estudia en el segundo curso en un colegio en Asunción. En la escuela tiene que pagar cuotas mensuales, además hay que comprar útiles, hacer fotocopias de los materiales para estudiar. A veces los gastos son tan altos que ya no le alcanza para víveres. Y los obstáculos no son solamente de carácter económico. “Los compañeros de clase te ignoran”, dice Cesia.

“En vez de que te apoyen te echan la cara que sos un indígena, te ignoran, te echan de un lado. En vez de que te ayuden por ser indígena y querés salir adelante, ellos hacen todo lo contrario”.

El primo de Cesia, Vidal Báez, de 20 años, explica que es prácticamente imposible conseguir una beca de las autoridades.

“Cuando vos mismo les hablás a las autoridades allá en la INDI en Asunción, te vas allí, te pones la cara, pero parece que ellos no te ven. Yo, por ejemplo, me fui para pedir mi pasaje. Me fui con mi tío, me dijo, vamos a la Gobernación, sos estudiante, creo que te van a ayudar para algo aunque sea unos 150 mil, por allí te dan porque sos estudiante. Me fui y me dieron 5 mil. Y no me va a servir para nada. Porque una fotocopia de cuaderno te cuesta 30 mil guaraníes para una materia. Y eso es demasiado difícil para nosotros. Por eso le pedimos que nos den más respeto”.

Después de acabar la secundaria Cesia quisiera continuar estudiando en la universidad.

“Lo que siempre me gustó es agronomía, porque quiero seguir lo que siempre mi papá soñó y nunca alcanzó, ser ingeniero agrónomo”.

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Vidal estudia en primer año la carrera de veterinario.

“Yo ahora por causa de mis estudios estoy en la ciudad de Concepción, pero no pienso quedar en la ciudad. Algunos amigos me dicen, los estudiantes del Chaco vienen y ya no quieren irse. Pero yo les dije que en la ciudad no es para mí. Yo tengo mi familia allá, tengo parientes que nos quieren y eso siempre queremos seguir. Después si Dios permite, si termino mi carrera, pienso en trabajar con la organización de la familia de la abuela. Ahora estamos recibiendo ayuda de ellos. Yo no quiero que todo esto que está pasando termine, quiero que siga adelante porque veo que la idea de ellos es muy importante, que mucha gente piensa que se va a terminar todo porque los indígenas no saben trabajar. Sólo están allí en el campo y no hacen nada. El indígena está en el campo, yo lo reconozco, pero hay indígenas que quieren salir adelante, como la raza del Chamacoco”.

La estadía de una semana en Puerto Esperanza donde vive la hija del explorador checo Alberto Vojtech Fric, Herminia, y su numerosa familia pasó volando y llegó la hora de despedida. La noche antes de nuestra salida organizamos una pequeña velada musical en la que presentamos a los Chamacocos checos fragmentos de la música folclórica y clásica de la tierra de su antepasado.

Cándido Martínez:

“Me siento muy orgulloso de ser indígena Chamacoco de origen checo, me gusta muchísimo nuestra historia. Y sueño con conocer la tierra de mi bisabuelo Alberto Fric. Quiero conocer la familia que aún no conozco y a todos los amigos de la República Checa que yo considero como mis compatriotas”.

Aquí termina nuestro artículo, pero no la historia de la familia Fric. Los proyectos de la Asociación Checomacoco continúan. La próxima tarea grande es la construcción de un sistema de abastecimiento de agua en Puerto Esperanza.