La Navidad de nobles y campesinos en el pasado

El palacio de Sychrov, foto: Martina Schneibergová

En este programa especial, emitido con motivo de las fiestas navideñas, les invitamos a conocer cómo celebraban la Navidad los nobles y los campesinos checos en los siglos XVIII y XIX. Nos dirigiremos a los palacios de Sychrov y Lemberk, situados en la región de Liberec, en el norte de Bohemia, donde nos hablarán sobre las costumbres navideñas de la aristocracia local. Cómo festejaban la Navidad sus súbditos y campesinos lo descubriremos en el Museo de Bohemia del Norte. Les deseamos que este programa contribuya al sosiego de este día festivo.

El palacio de Sychrov,  foto: Martina Schneibergová
La neogótica arquitectura del castillo de Sychrov, situado en el territorio del Paraíso Checo (Český ráj), es el resultado de una restauración realizada por la Casa de los Rohan, una dinastía aristocrática procedente de la región de Bretaña, en Francia.

Según resalta el director del castillo de Sychrov, Miloš Kadlec, los Rohan eran una familia de gran importancia en la corte francesa .

“El linaje de los Rohan es uno de los más antiguos de Francia. Las primeras referencias datan del año 951 y en el transcurso de siglos se han sumado a las familias aristocráticas más importantes y poderosas de Francia. Eran uno de los pocos nobles que mantenían el título de los príncipes de la sangre, siendo emparentados directamente con todas las importantes dinastías francesas como los Capetos, la Casa de los Valois y los Borbones. La dinastía vivió su esplendor durante el reinado de los Borbones, cuando llegaron directamente a la corte real, donde ocuparon altos cargos”.

Los acontecimientos de la Revolución Francesa obligaron a numerosas familias aristocráticas a abandonar su tierra natal. Este fue también el destino de los Rohan quienes escogieron como refugio el Imperio Austrohúngaro, que incluía entonces a las Tierras Checas.

En 1820, el conde Carlos Alain Gabriel Rohan compró el palacio de Sychrov de la familia noble checa de los Valdštejn. Bajo su mando, la propiedad se convirtió de una casa de sirvientes en una residencia pomposa.

El palacio de Lemberk | Foto: Tomáš Beneš,  Český rozhlas
El palacio de Lemberk, situado en las montañas Lusacianas, cobró su actual aspecto renacentista en el siglo XVI, siendo anteriormente un castillo gótico del siglo XIII.

En 1726, el palacio pasó a ser propiedad de la dinastía de los Clam-Gallas, una de las familias aristocráticas más importantes del Imperio Austrohúngaro.

Ambos palacios, Sychrov y Lemberk, invitan en la época del adviento a especiales visitas navideñas que permiten hacerse una idea de cómo celebraban la Navidad las familias aristocráticas.

La decoración palaciega más modesta

Una vez entrando en el palacio, el ambiente navideño se respira desde todos los rincones, gracias a numerosos adornos y árboles navideños que brillan en todos los salones. Hasta que dan ganas de preguntar a nuestro guía cuántos sirvientes los aristócratas tenían que contratar para instalar todo esto.

El palacio de Lemberk,  foto: Dominika Bernáthová
Según confiesa Miloš Kadlec, la decoración que podemos ver en el castillo esta Navidad no representa una fiel copia del pasado, ya que durante las estancia de los Rohan era más modesta.

“De las narraciones de las princesas de la familia Rohan sabemos que en todo el palacio había solamente un gran árbol navideño, que estaba situado en la sala de recepción junto a un belén. Allí se repartían también los regalos. La decoración navideña por supuesto no faltaba en la capilla palaciega y en el comedor”.

La tradición del árbol navideño llegó a las Tierras Checas desde Alemania en la primera mitad del siglo XIX. Entonces decoraba los salones solamente de las nobles familias de Praga.

El arbolito navideño,  foto: archivo de Radio Praga
En las casas campesinas esta tradición empezó a echar raíces más tarde, después de la Primera Guerra Mundial. Hasta entonces la gente decoraba sus hogares solamente con unas ramitas de pino o abeto.

Los árboles navideños se adornaban con manzanas, peras, nueces y frutas secas. La Iglesia Católica calificaba la costumbre de adornarlos como pagana, dado que en el pasado los pueblos germánicos rendían así culto al dios Wotan.

Para asimilarla a la tradición cristiana, en muchas familias se colgaba el árbol sobre la viga maestra de la habitación, y así obtenía forma de cruz. Šárka Procházková revela, cuál fue el paso decisivo para que esta costumbre fuera aceptada por la Iglesia.

“Originalmente la Iglesia lo rechazaba como símbolo navideño, pero cuando se empezó a subir a su cima la estrella navideña de papel dorado, fue aceptada como un símbolo de Navidad. Hoy día es uno de los referentes navideños sin el que no nos imaginamos estas fiestas”.

Una imprescindible parte de la decoración navideña siempre ha estado formada por los belenes, fabricados de papel, madera o cerámica. En los palacios empezaron a aparecer tras el año 1782, cuando el emperador José II de Habsburgo prohibió instalar los belenes en las iglesias, argumentando que desviaban la atención de los cristianos durante los sermones.

Esta prohibición convirtió paradójicamente los belenes en una de las decoraciones navideñas más populares tanto en las casas aristocráticas como en las campesinas.

En las salas del palacio de Sychrov se solían colocar también manzanas, cuyo agradable olor acentuaba el ambiente navideño. Tampoco faltaban las ramitas de muérdago, una costumbre que se ha conservado en los hogares checos hasta la actualidad. Aparte de su papel decorativo, colgar el muérdago encima de la puerta era sobre todo simbólico, según explica Šárka Procházková.

Foto: archivo de Radio Praga
“La costumbre no es nuestra, llegó desde Inglaterra. El muérdago se utilizaba como medicamento. Su poder curativo se comparaba con la capacidad de Jesuscristo de curar a personas enfermas. Las bolitas de muérdago, que están firmemente unidas, simbolizan la cohesión y solidaridad entre las personas. Hasta hoy día la gente cree que el muérdago tiene el poder de mantener buenas relaciones y traer la felicidad y la salud”.

Y también el amor y la fertilidad. Según dice la tradición, darse un beso debajo de una ramita de muérdago debe asegurar un fructífero amor.

Las coronas de adviento representaban otro componente imprescindible de la decoración palaciega y sus cuatro velas, que representan los cuatro domingo del adviento, se siguen encendiendo en los hogares checos hasta la actualidad. Šárka Procházková nos revela más información sobre su origen.

“La corona del adviento llegó a las Tierras Checas en el siglo XIX desde Alemania. De hecho, casi todas las costumbres navideñas llegaron desde allí. Originalmente se trataba de una corona de madera que estaba situada en la puerta de un orfanato en la ciudad de Hamburgo y cada día se encendía una de sus velas. Debajo de ella se encontraba una hucha donde la gente podía contribuir para apoyar a los niños abandonados. La costumbre llegó a ser muy popular en muchos países”.

Con la llegada del siglo XX, a la decoración navideña de los palacios se fueron sumando también plantas exóticas como cactuses y estrellas de navidad, nativas de Centroamérica.

Más granos y semillas, más felicidad

Las truchas con mantequilla,  foto: Barbora Kmentová
En la actualidad aparecen voces críticas que señalan las fiestas navideñas como festejos de glotonería. Según la tradición cristiana, la Nochebuena es un día cuaresmal y el ayuno se debería mantener hasta la cena.

Hoy día los principales protagonistas de los menúes navideños checos son la sopa de pescado, la ensaladilla rusa y la carpa empanada frita. Estos platos empezaron a aparecer en las mesas checas en el siglo XX, apunta Šárka Procházková, del castillo de Lemberk.

“Hasta entonces se consumía pescado también, sobre todo truchas y, lo que es interesante, se comían cangrejos, que entonces estaban considerados como un producto gourmet”.

La carpa checa | Foto: Ivana Vonderková,  Radio Prague International
Según afirma Miloš Kadlec, del castillo de Sychrov, la carpa se consumía también en el pasado, pero era más bien una costumbre regional, propia de los señoríos de Bohemia del Sur, donde se hallan numerosos estanques con la cría de estos peces.

Las recetas para preparar la carpa eran variadas. Una de las más populares era la carpa negra, cuyos filetes se servían acompañados de una salsa dulce preparada de pan de jengibre, miel, frutos secos, cerveza y vino. El pescado también se solía encurtir en gelatina preparada de patitas de ternera, puerros y zanahoria o se servía con rábano y frutas.

Más que el pescado, los nobles del palacio de Sychrov optaban por la carne de caza, debido la abundancia de bosques que rodeaban su residencia.

La carpa empanada frita con la ensalada de patatas,  foto: Barbora Kmentová
La carne sin embargo no solía aparecer en las mesas navideñas en grandes cantidades, debido al carácter cuaresmal de la Navidad. El mayor protagonismo lo tenían platos más modestos, preparados de las reservas que había traído la cosecha, señala Šárka Procházková.

“Había una gran variedad de platos, pero no solían ser demasiado pomposos. Se servían sobre todo guisos de legumbres, granos pelados, arroces, rollos y tortillas dulces”.

Los granos y bayas formaban parte de los menúes navideños tanto en residencias nobles como en casas campesinas, debido a la creencia de que este alimento traía la felicidad, la salud y el bienestar económico, según afirma la etnógrafa del Museo de Bohemia del Norte, en Liberec, Bohunka Krámská.

“Consumir estos platos era, digamos, obligatorio. En la casa de los campesinos se servía también puré de mijo. Había familias a las que no les apetecía comer pescado, sobre todo por el miedo a clavarse una espina. Así pues cenaban carne, pero las amas de casa la cocían en un caldo de mijo. Aunque su sabor no era de gran agrado de la familia, tenían que comérsela para asegurar así la abundancia de finanzas durante el año siguiente. Esto se repetía también los días de la Nochevieja y el Año Nuevo”.

Vánočka,  foto: CzechTourism

Desde todas las cocinas, las más pudientes hasta las más modestas, se extendían también olores de dulces navideños. Entre los más populares figuraban las trenzas dulces, en checo llamadas vánočky, preparadas de masa blanca, pasas y almendras. La primera mención de este dulce navideño data del siglo XVI, pero entonces se trataba de un alimento preparado exclusivamente por panaderos gremiales. Dos siglos después esta delicia llegó a formar parte de los recetarios de casi todas amas de casa.

Aparte de su rico sabor, este alimento destaca también por su forma, que no es nada más que simbólica, relata Šárka Procházková.

“Las trenzas representan al Niño Jesús en pañales, por eso se trenzaban de seis mechas de masa. Se preparaban también otros dulces de Navidad, elaborados principalmente de miel, pan de jengibre, o frutas secas envueltas también en la miel”.

Pan de jengibre,  foto: archivo de Radio Praga
El punto dulce más frecuente de los menúes navideños tanto en las familias nobles como en las modestas eran los strudeles, unos rollos elaborados de masa de hojaldre que se rellenaban de manzana, pasas, canela o de requesón dulce.

La receta llegó a las Tierras Checas desde Viena, a donde la trajeron probablemente los soldados del Imperio Otomano tras la conquista de Bizancio en la mitad del siglo XV. Esta delicia, sencilla de elaborar, se extendió pronto a todas las regiones del Imperio Austrohúngaro.

El Christstolen, procedente de la ciuda alemana de Dresde, era otro dulce popular. Al igual que la vánočka, la trenza checa, su forma también recordaba al Niño Jesús en pañales. Este postre solía ser uno de los regalos navideños con el que se obsequiaban los vecinos de la región de Liberec.

Menos juguetes, más educación

Los regalos son una imprescindible parte de las fiestas navideñas. En Chequia suelen repartirse después de la cena el día de Nochebuena. La tradición de los obsequios navideños no viene de muy lejos, según señala Šárka Procházková del castillo de Lemberk.

Lemberk,  foto: Dominika Bernáthová
“Los regalos son un asunto del siglo XIX. Es interesante que hasta entonces se obsequiaba solo a los necesitados y huérfanos”.

La solidaridad era propia también de la familia de los Rohan, del castillo de Sychrov. Los primeros obsequios se repartían entre la servidumbre, que recibían sobre todo ropa de abrigo, pero también dinero.

Los nobles eran gentiles también con la gente necesitada de los pueblos vecinos, según afirma Miloš Kadlec.

“Mucha gente del pueblo y alrededores recuerda que las princesas se solían encontrar con los campesinos. Los hijos de la servidumbre recibían regalos, sobre todo de uso práctico, pero a menudo encontraban también golosinas. Un libro de memorias de un colegio local describe que la condesa de Rohan siempre llegaba al castillo antes de la Navidad y obsequiaba a los más necesitados con calcetines y guantes, que tejía ella misma. Los mejores estudiantes también recibían regalos que premiaban su esfuerzo académico. En la mayoría de los casos se trataba de libros de oraciones”.

Miloš Kadlec,  foto: NPU
El carácter cristiano de las fiestas navideñas se reflejaba también bajo el árbol navideño. Entre los regalos de la nobleza aparecían frecuentemente imágenes sacras, libros de oraciones y otros objetos vinculados con la tradición cristiana.

Las damas también recibían joyas, y los hombres pipas y otros utensilios para fumadores, artículos considerados de lujo en aquella época.

Un regalo popular con el que obsequiaban mutuamente los muchachos a las muchachas campesinas eran las velas que les servían para iluminar su libro de canciones. Un regalo práctico, ya que a las seis de la mañana cuando la gente acudían a la iglesia, no se veía mucho.

A partir del siglo XIX, el encargado de repartir los regalos en las Tierras Checas es el Niño Jesús. Hasta entonces esta tarea había pertenecido a San Nicolás. Los niños checos no se pueden quejar, ya que hoy día comparten esta tarea ambos.

Lo que encontraban los niños aristócratas debajo del árbol dependía de sus resultados escolares, sobre los que referían sus profesores domiciliarios. Los pequeños aristócratas de la dinastía de los Rohan recibían obsequios relacionados con fines didácticos, que les debían preparar para la vida adulta, afirma Miloš Kadlec.

“Las princesas encontraban a menudo debajo del árbol diminutas réplicas de muebles para muñecas. El objetivo era sobre todo educativo para que las niñas aprendiesen a cuidar el mueble y, en general, se fuéran preparando para el papel de futuras amas de casa. Por su parte, los príncipes recibían réplicas de uniformes y espadas a fin de mentalizarse para entrar en el servicio militar”.

Para que la espera al aguinaldo del Niño Jesús se les pasara más rápido, los infantes también echaban una mano con los preparativos navideños, indica Šárka Procházková.

“Preparaban caramelos y después los envolvían en papeles decorativos. También fabricaban adornos navideños como cadenas hechas de papel brillante o pequeñas figuritas de animales hechas de frutas secas, que después goteaban con miel y se las comían“.

Una activiad popular de los niños campesinos de Bohemia del norte eran losespectáculos de teatro pastoril, indica Bohunka Krámská.

Foto: archivo de Radio Praga
“Los domingos del adviento recorrían el vecindario y en cada casa realizaban un espectáculo. Estos juegos tenían un aspecto didáctico. En aquella época, cuando la mayoría de la gente era cristiana, los actores ponían a otros niños a prueba para comprobar si sabían rezar bien. También aparecían llamamientos al Niño Jesús a que castigara a los niños malos, pero luego siempre recibieron una oportunidad para mejorar su comportamiento”.

En la segunda mitad del siglo XX, los espectáculos quedaron suspendidos, debido a una denuncia que señalaba que el mayor provecho de los teatros lo tenían los taberneros. La mayoría de los niños procedía de familias pobres y la combinación de escasa ropa y duros inviernos los llevaba a a calentarse en las tabernas.

Aunque la situación económica de muchos campesinos en el norte de Bohemia no era demasiado buena, los padres amenizaban a sus hijos la época de la Navidad de la mejor manera. Aparte de un gran aguinaldo del día de Nochebuena, los niños obtenían otros tres más pequeños. Bohunka Krámská cuenta más detalles sobre esta costumbre.

“Cuando los niños estaban jugando, por ejemplo de repente empezaban a caer manzanas y nueces por una ventanilla en el techo, que sus padres echaban en secreto“.

El futuro en un gallinero

Los festejos navideños siempre han venido acompañados de una serie de tradiciones y costumbres practicadas a fin de que la salud y la felicidad acompañen a la familia durante todo el año siguiente. Muchas también servían para pronosticar el futuro.

Foto: archivo de Radio Praga
Aunque la dinastía de los Rohan provenía de Francia, sus miembros adoptaron pronto las tradiciones checas. Según relató la condesa Margareta de Rohan al gerente del palacio de Sychrov, Miloš Kadlec, una de las tradiciones más populares eran las cáscaras.

Esta tradición, que se ha mantenido hasta la actualidad, se basa en hacer flotar cáscaras de nueces con velitas encendidas en un recipiente con agua. A la persona cuya vela llegue hasta la otra punta del recipiente, disfrutará de un año feliz y tranquilo. Si la cáscara flota junto al borde, no deberían surgir grandes cambios, y su hundimiento no pronosticaba un año bueno.

Los Rohan practicaban otra tradición antigua checa; la fundición del plomo. La materia se vertía en un recipente con agua y según la forma que obtenía al solidificarse, se adivinaba el futuro. Las muchachas solteras intentaban reconocer en los moldeados los iniciales de su futuro marido. Pero eran más las actividades que les ayudaban a adivinar si celebrarían la próxima Navidad como señoras casadas.

El día de la Nochebuena las muchachas solteras de todas las regiones checas y moravas solían echar un zapato hacia atrás. Si su punta señalaba hacía la puerta, la chica se marcharía de la casa paternal dentro de un año.

La fundición del plomo,  foto: Michael L. Rieser,  Wikimedia CC 3.0
Algunas muchachas también tocaban las puertas de un gallinero. Si el primero en responder era un gallo, en breve se esperaba la boda. El sonido de gallina predicaba otro año más en casa. Las muchachas de la región de Liberec practicaban además otras tradiciones especiales, según nos cuenta Bohunka Krámská del Museo de Bohemia del Norte.

“Por ejemplo colocaban papelitos con nombres masculinos en unas bolitas de barro y después las echaban a un recipiente con agua. El papel que primero se soltara de la bola, llevaba el nombre del futuro esposo. Otra costumbre especial se basaba en poner oído al lado de la ventana de los vecinos. Si se escuchaba primero la palabra sí, significaba que la muchacha se casaría. Si sobaba la palabra no, tenía que esperar a la boda otro año más“.

Las persectivas para el nuevo año de toda la familia se solían adivinar de varias maneras. Una de ellas se basaba en colocar diversos objetos como dinero o trozos de pan debajo de tres tazas. Según lo que uno encontrara tras barajar las tazas, pronosticaba simbólicamente lo que le tocaría el año siguiente.