La Segunda Guerra Mundial vivida por un niño

Lidice

Un testimonio sobre la Segunda Guerra Mundial visto desde los ojos de un muchacho protagonizará este programa especial emitido con motivo del 75 aniversario del fin de esta devastadora contienda que recordamos este 8 de mayo.

Foto ilustrativa: tuprae / Pixabay CC0

El 1 de septiembre de 1939 estalló en el Viejo Continente el conflicto bélico más devastador de la historia de la humanidad. Nacido en 1935, el sociólogo checo Antonín Rašek ubica los primeros recuerdos de su vida precisamente en la época de la guerra. En aquel tiempo vivía en la ciudad de Kralupy nad Vltavou, situada aproximadamente a 30 kilómetros de Praga. A finales de la contienda, esta localidad se convirtió en blanco de los ataques aéreos de los Aliados. Antonín Rašek recuerda que poco después de que estallara la guerra, se implementó el sistema de racionamiento.

“Todos los alimentos se asignaban a base de cupones de racionamiento. El mismo sistema se puso en práctica también para repartir la ropa y el tabaco. Por este motivo, la mayoría de las personas afirmaba que eran fumadores, porque el tabaco era un buen estraperlo”.

“Los checos supieron arreglárselas”

Antonín Rašek,  foto: archivo de Antonín Rašek
Muchos vecinos cultivaban tabaco incluso en sus huertos. Antonín Rašek recuerda que de niño participaba en la elaboración de cigarros. La escasez de alimentos marcó toda la guerra, pero se notaba especialmente a finales de la contienda cuando la agricultura nacional acabó agotada. Antonín Rašek reconoce que muchos checos supieron apañárselas incluso en aquella situación desesperante.

“El pueblo checo se mostró muy apto para cuidar de sí mismo. La gente labraba casi cada metro cuadrado de la tierra, criaban animales domésticos como conejos, gansos, gallinas, cabras y puercos para abastecerse con alimentos. Los hogares checos eran hasta cierto punto autosuficientes”.

Durante la ocupación de Checoslovaquia, los nazis prohibieron al pueblo la cría de animales domésticos. Rašek no recuerda ningunas denuncias por parte de los vecinos y asevera que incluso los nazis toleraban en parte la cría doméstica.

Alemán obligatorio

Antonín Rašek inició su escolarización obligatoria en plena guerra. Las clases transcurrieron durante toda la contienda solamente con dos interrupciones. La escuela cerró sus puertas por primera vez el último invierno bélico por falta de carbón, mientras que en la segunda ocasión se interrumpió la enseñanza para alojar en las aulas a unos alemanes expulsados de los territorios liberados en el Frente Oriental. Todos los niños se vieron obligados a estudiar alemán y a soportar la ideología nazi, recuerda Antonín Rašek.

“Entonces estaba a cargo del Ministerio de Educación Emanuel Moravec, conocido como el mayor colaborador con los nazis. Era triste y nos daba vergüenza cuando en ocasiones especiales como el comienzo o el fin del curso, el director de la escuela estaba realizando el saludo fascista. Por otro lado, entendíamos que era obligatorio y el que no lo hacía se exponía a la amenaza de ser deportado a un campo de concentración”.

Por más aversión que tuvieran por los nazis, los checos eran conscientes de que cualquier muestra de protesta acabaría mal. Por este motivo, todos tenían mucho cuidado con lo que decían en público, recuerda Rašek.

“Crecimos en un ambiente donde había que estar callado. Por supuesto, en casa se decían otras cosas que en público. El hecho de que la gente tenga que actuar con una doble cara ocurre en todos los regímenes totalitarios”.

Lo peor llegó con el “Carnicero de Praga”

En 1942, Hitler designó como Protector de Bohemia y Moravia a Reinhard Heydrich, ya que su antecesor era demasiado liberal para el líder del Tercer Reich. Heydrich, conocido también como el Carnicero de Praga o la Bestia Rubia, endureció el régimen e implementó la ley marcial. Antonín Rašek señala este periodo como el peor de su vida.

Reinhard Heydrich,  foto: Bundesarchiv / CC-BY-SA 3.0
“Hitler quiso que una de cada diez personas fuera fusilada. Al final esto no se llegó a realizar porque probablemente se habría disuelto nuestra base industrial, en la que los alemanes estaban muy interesados. Fue una época horrible porque miles de personas acabaron ejecutadas o deportadas a los campos de concentración. Esto impactó a todos los habitantes”.

En este periodo de represiones surgió la Operación Antropoide, impulsada por el Gobierno checoslovaco exiliado en Gran Bretaña con el fin de desestabilizar el régimen nazi en el territorio checo. El 27 de mayo de 1942, dos paracaidistas checos, Jozef Gabčík y Jan Kubiš, llevaron a cabo un atentado que resultó mortal para Reinhard Heydrich.

Este acontecimiento desencadenó una serie de represiones brutales. Los nazis registraron numerosas casas buscando a los paracaidistas escondidos, así como literatura prohibida y radiorreceptores. La escucha de emisiones internacionales se castigaba entonces con la pena de muerte. Un grupo de inspectores nazis visitó también la casa de Antonín Rašek, según recuerda.

Lidice | Foto: ČT24
“Afortunadamente, en el último momento mi madre se fijó que teníamos en casa un periódico con una fotografía fúnebre de Reinhard Heydrich y la sujetó en la pared. Los nazis llegaron, saludaron y se marcharon. Mi mamá se avergonzó por ser cobarde y haberlo hecho, pero en esta situación se tiene que perdonar porque no puedes ser un héroe para que te fusilen o te lleven a un campo de concentración”.

Las acciones represivas de los nazis fueron fatales también para algunos familiares de Antonín Rašek que pagaron por su heroísmo.

“El hermano de mi abuela era comunista y los legionarios crearon un grupo ilegal que fue descubierto y todos fueron condenados a muerte. Un primo mío lejano y un grupo de muchachos de Kralupy nad Vltavou decidieron enfrentarse a los soldados nazis. Subieron a una colina y desde su cima dispararon a una cuadrilla de soldados. No se daban cuenta de que se enfrentaban a un grupo ejercitado. Uno logró bajar de la colina y se salvó, pero los demás se escondieron en un búnker y acabaron asesinados por los nazis”.

El bombardeo más drástico fue en Kralupy

Foto: Archivo del Museo de la ciudad de Kralupy nad Vltavou

Con el avance de los soldados del Frente Oriental y del Frente Occidental, la situación en el territorio checo se estaba agravando. Desde la primavera de 1944, varios municipios industriales checos se convirtieron en el blanco de ataques aéreos de los Aliados con el fin de destruir las factorías donde los nazis fabricaban el combustible.

Antonín Rašek vivió en sus propias carnes tres ataques aéreos realizados por los Aliados. Uno se dio en Praga, otro en el pueblo vecino de Nelahozeves y el tercero en su ciudad natal de Kralupy nad Vltavou.

El bombardeo de la refineria,  foto: Archivo del Museo de la ciudad de Kralupy nad Vltavou
“No queríamos escondernos en el sótano, porque en muchas ocasiones la gente acabó sepultada y asfixiada. Por eso teníamos en el jardín un agujero cubierto con unas columnas de madera de las que se colocan debajo de los ferrocarriles. Cuando empezaron a bombardear el pueblo de Nelahozeves, mi padre me metió dentro del agujero y se echó sobre mí. En ese momento me di cuenta del temor que mi padre tenía por que no me pasara nada”.

El objetivo del ataque a Kralupy nad Vltavou fue una refinería de aceites minerales. Desgraciadamente, muchas bombas cayeron también sobre la zona residencial de la ciudad y este ataque, que se dio el 22 de marzo de 1945, fue altamente devastador. Las más de 300 toneladas de bombas lanzadas por los bombarderos arrasaron una gran parte de la ciudad y se cobraron la vida de 248 personas.

“Respecto al tamaño del municipio, fue el bombardeo más drástico en el territorio del Protectorado de Bohemia y Moravia. Kralupy nad Vltavou fue atacado por ocho escuadrones de bombardeo, que consistían en decenas de aviones. Hubo pérdidas enormes, hubo centenares de muertos y casi todas las casas acabaron dañadas. Fallecieron incluso decenas de soldados nazis que estaban alojados en las escuelas”.

Gracias a la información de la radio, la familia de Antonín Rašek seguía continuamente el avance del Ejército Rojo que se acercaba para liberar Checoslovaquia.

“Teníamos un mapa con alfileres que movíamos según se movía el frente. Obviamente, estábamos preocupados por cómo acabaría todo. La guerra se detuvo en Moravia y con la excepción del Levantamiento de Praga, no se produjeron más acontecimientos bélicos graves en el territorio de Bohemia”.

Foto: Archivo del Museo de la ciudad de Kralupy nad Vltavou
Antonín Rašek recuerda las primeras señales que indicaban que los alemanes perdían las fuerzas y que la guerra se estaba acercando a su fin.

“Los últimos días de la guerra, recuerdo que estaba con un amigo en el bosque y vimos a unos pilotos de caza estadounidenses. Habitualmente se encargaban de destruir las locomotoras para que los alemanes no pudieran trasladar a sus soldados. En Kralupy había un aeropuerto con numerosos aviones alemanes, pero por falta de combustible no los podían usar. Nosotros estábamos muy cerca y vimos que en lugar de las locomotoras, los estadounidenses se pusieron a destrozar todos los aviones. Este fue la primera señal del fin de la guerra”.

Antonín Rašek vivió una hazaña peligrosa cuando unos conocidos suyos robaron una motocicleta a un soldado nazi, recuerda.

“Fue una muchachada que los expuso a un gran peligro. Yo fui con uno de ellos al municipio de Veltrusy donde nos pararon en una barrera levantada para que no pasaran los tanques. Nos llevaron al palacio local, donde estaba la sede de los nazis. Mi compañero me dijo que me escapara y que dijera en casa que lo habían detenido. Antes de que llegara a mi casa, él ya estaba de regreso también. Solamente le pidieron la identificación y no les importaba la moto. Se nota que a finales de la guerra, el poder de los alemanes se estaba disolviendo. Al final, el chico usaba la moto para llevar medicamentos al campo de concentración de Terezín, donde había estallado una epidemia de tifoidea”.

Dos décadas para mejorar la calidad de vida

El periodo de posguerra estuvo marcado por penurias y una gran crisis económica. Los bonos de racionamiento se utilizaron hasta la reforma monetaria de 1953 que, además de acabar con los ahorros de la gente, disparó los precios de todos los productos. Rašek recuerda que la calidad de vida en Checoslovaquia no mejoró hasta los años sesenta.

Antonín Rašek describió sus vivencias de la guerra en su novela 'La larga aventura de Handy' ('Handyho dlouhé dobrodružství').

Foto: Archivo del Museo de la ciudad de Kralupy nad Vltavou