“Los estudiantes piensan al principio que México es sombrero, mañana, cactus y tequila”

La relación de Milena Caba con la República Checa no empezó al pisar el país por primera vez, sino que se remonta a mucho más atrás, antes de su nacimiento, cuando su padre fue a estudiar a Checoslovaquia. Para Milena, la decisión de dejar México y probar suerte en la República Checa fue, entre otras cosas, la manera de saldar una deuda consigo misma, con su propia identidad.

Milena, tú tienes nombre checo. ¿A qué se debe eso?

Es porque mi mamá quería que su hija tuviera un nombre checo. Porque ella es checa. Y además como mi mamá es muy inteligente, quería que rimara bien con mi apellido. Y como mi apellido es Caba, entonces mejor algo que sea de tres sílabas y que además se pueda leer bien en español.

¿Y qué hacía tu madre en México?

Es que ella conoció a mi papá cuando él estaba aquí, en la República Checa. Es que mi papá tenía ganas de viajar porque era muy curioso, tenía mucha curiosidad. Y en ese entonces la manera de lograr viajar al extranjero era teniendo becas para ir a hacer estudios. Estudios de posgrado o estudios universitarios. Y con unos amigos visitaron varias embajadas y resulta que les dieron la beca en la embajada checa. Y se vinieron. Se vinieron a aprender checo y a vivir por cinco años a Ostrava, porque ellos eran metalúrgicos del Instituto Politécnico. Tú sabes que aquí la zona de Ostrava era una zona famosa de minería. Y allí conoció a mi mamá.

¿Y cómo se adaptó tu madre a la nueva vida?

Yo creo que fue difícil, francamente. Porque ella era muy joven. Tenía solo 23 años y nunca antes había viajado al extranjero, no hablaba español. Entonces mis padres, hoy en día todavía siguen hablando checo porque así empezó su relación. Mi padre sigue hablando checo pero obviamente ya después de todos estos años es un checo degenerado.

Entonces, ¿tú aprendiste checo en casa, desde pequeña?

Sí, pero te digo, era un checo degenerado. Y también yo no lo hablaba, solo lo escuchaba, porque los niños son un poco rebeldes. Y cuando no te fuerzan o no hay una motivación más grande, no lo hablas. Entonces lo escuchaba, tenía un conocimiento pasivo. Cuando venía de vacaciones, en los veranos, tenía que hablarlo. Me veía yo en una situación donde sí tenía que utilizar el idioma. Pero eran solo seis semanas. Entonces ya, me regresaba a México y por dos años no hablaba el idioma. Entonces cuando decidí venirme a vivir aquí tuve que reaprender. Y tomé cursos de la gramática, porque tú sabes que es una lengua muy bonita pero con mucha complejidad.

¿Y por qué decidiste volver al lugar de origen de tu familia?

Pues una de las razones era porque quería aprender la lengua. Porque sentía que era la asignatura pendiente que tenía de decir: son mis orígenes. Y la cultura en general yo la admiro. Le tengo mucho respeto. Me gusta. Entonces vine a aprender la lengua originalmente, y luego me adapté y me quedé.

O sea, una vuelta a las raíces, ¿no?

En parte, porque no niego para nada mis raíces mexicanas. Y soy más mexicana que checa y siempre lo seré, porque nací y crecí allí, y me lengua materna es el español. Me siento mucho más cómoda en español, y no hay otra lengua que lo reemplace.

Y bueno, ahora tu vida está dedicada a la enseñanza del español

Sí, me encanta lo que hago. Es un trabajo que te da mucha satisfacción. Por cierto, me gustaría enviar un saludo a mis alumnos de “kvarta”, del instituto donde trabajo. Son el mejor grupo que he tenido en muchísimos años y quiero dedicarles mucho éxito en sus estudios. Como te digo, encuentras estudiantes que son fabulosos. Y me gusta.

¿Qué prejuicios tienen los checos con respecto a México? ¿Qué saben de México?

Me pasa que cuando llego a un curso de principiantes, con niños pequeños, cuando les dices: “¿Tú qué palabras conoces del español?” saben decir cosas como sombrero y saben decir mañana. Pero no saben qué significan. Sombrero ellos piensan que significa el sombrero grande, el del mariachi mexicano, y el concepto de mañana tampoco lo entienden bien. Ellos piensan que significa “pohoda”, tranquilidad. Algo así como “sin prisa”. Y cuando les digo que en realidad significa mañana, al día siguiente, “zítra”, ellos: “Ah, ok”. Se relaciona con el estereotipo: que la gente de México, y la gente de España también, somos flojos. Y la gente de España sobre todo toma siestas todo el tiempo. Y yo les digo: “Que no, que no toman siestas. Pues alguno tomará siesta, pero la mayoría no, porque no hay tiempo, hay que trabajar, viven en una sociedad moderna”. ¿Qué otro estereotipo? Sí, cactus. Que en México solamente hay desierto, que hay cactus. Ah, y que nos encanta tomar tequila, pero eso es verdad.

Ahí están acertados, sí. ¿Y qué te llevarías, qué te traerías de México para la República Checa?

Bueno, lo que extraño de México es el clima, el clima y el clima. Tú puedes ver. Estamos casi a mitades de marzo y sigue nevando, hay lodo, los árboles están pelones, todo es gris. O sea, nada que ver con Querétaro, de donde yo vengo, que hay un cielo azul 364 días al año. El clima. Por otra parte, siempre hay cosas... la gente. La espontaneidad de los latinos. Eso no se compara. Aquí si tú quieres tener vida social tienes que tener tu calendario, tu agenda y tienes de cuatro a cuatro y media con esta amiga, de cuatro y media con la otra... Y no cambias los planes en un mes porque todo está rígido, todo está fijo. La gente tiene un horario, tiene sus clases muy establecidas. En México esto no existe.