Bohuslav Martinů y su fascinación por París

En los años veinte y treinta del siglo pasado, los artistas checos eran poderosamente atraídos por la potencia intelectual y creativa que rezumaba la capital francesa, París. En la Ciudad Luz se inició bajo el signo de vanguardia también la carrera internacional de Bohuslav Martinů, junto con Leoš Janáček el compositor checo de más relieve del siglo XX.

Bohuslav Martinů llegó a París en 1923, con una beca del Ministerio de Educación checoslovaco para estudiar composición con Albert Roussel. Tenía 33 años.

La capital francesa atrapó al compositor, nacido en la pequeña ciudad de Polička, en la Meseta Checomorava. En vez de los tres meses inicialmente previstos se quedaría en París dicecisiete años. Se marcharía tan sólo en 1940, ante la inminente ocupación nazi.

Encantado con la ciudad donde la vida artística hervía, escribía a una amiga de Polička:

”A mí se me han abierto aquí nuevos y grandes horizontes, y me parece que no soy el mismo de hace medio año. Mantengo contactos con checos y franceses. En lo que a estos últimos se refiere, principalmente con pintores y poetas de los más modernos. Todo este mundo es muy, muy distinto del nuestro”.

A otra amiga le comentaba en la correspondencia:

”También he conocido a muchos pintores, como los señores Picasso, Gris y Derain, y seré presentado al compositor Stravinski que es muy amigo de ellos y llegará acá en mayo”.

Influido por el ambiente de vanguardia parisino, Martinů compuso en 1924 la primera pieza orquestal de su período maduro: “Half-Time”.

El autor echó mano de una fuente de inspiración típica para el siglo XX: el deporte. “Half-Time” no es, sin embargo, una descripción de un partido de fútbol. Martinů expresa más bien el dinamismo del evento deportivo y la pasión colectiva que despierta en la multitud.

Con “Half-Time”, Bohuslav Martinů se sumó a los compositores modernos como el suizo Arthur Honneger cuya pieza “Rugby” se estrenó en el intervalo del partido disputado por las selecciones de Francia e Inglaterra.

Al propio Martinů el mundo del deporte no le fue ajeno. Durante cierto período compartió su alojamiento en París con el escritor Ondřej Sekora, enviado a la capital francesa por el diario Lidové Noviny como redactor deportivo. Con él solía ir a los estadios.

“Half- Time” fue estrenado en Praga por la Filarmónica Checa, bajo la batuta de Václav Talich, en diciembre de 1924. La composición escandalizó por su tema deportivo a muchos críticos musicales de la capital checa.

Sin embargo, pese a su rechazo, “Half-Time” fue admitido por el jurado para ser presentado en la segunda edición del Festival de la Sociedad Internacional para la Música Contemporánea. De dicho jurado formaban parte prestigiosas figuras de la música checa:el jefe de la Ópera del Teatro Nacional, Otakar Ostrčil, el director titular de la Filarmónica Checa, Václav Talich, y el compositor, Josef Suk.

Aunque iba ganando paulatinamente reconocimiento por su creación, Martinů vivía en París agobiado por una aguda penuria material. En febrero de 1925 escribía a su amigo Stanislav Novák en Praga :

”Como antes, no tengo plata, aunque se tocan mis composiciones. Necesitaría ropa, pero,obviamente, no puedo pensar en comprar alguna”.

A pesar de los reveses materiales, Martinů seguía componiendo sin descanso. En diciembre de 1925 fue estrenado en Praga su Segundo cuarteto de cuerdas. La crítica lo acogió bien.

La obra sería interpretada seguidamente en los festivales de Baden-Baden y Siena, y posteriormente en la BBC de Londres.

Martinů aceptó un interesante encargo del pianista checo Otakar Hollman que había perdido un brazo en la Primera Guerra Mundial, pero no quería renunciar a su carrera de intérprete. Compuso para el artista el Divertimento para piano con mano izquierda y orquesta.

Para Hollman escribieron piezas de piano otros destacados compositores nacionales:Leoš Janáček, Josef Bohuslav Foerster y Erwin Schulhoff.

También la pieza para piano de Bohuslav Martinů, titulada “Por T.S.F.”, tiene una curiosa historia.

T.S.F. es la sigla de la compañía francesa Télégraphie sans fils- telegrafía sin hilos en español.

El compositor escribió la pieza para la pianista estadounidense Carol Robinson a la que conoció en París. Esta mujer se había sumado durante la Primera Guerra Mundial al esfuerzó bélico de su país como telegrafista, enviando por transmisión inalámbrica mensajes en alfabeto Morse.

Carol Robinson estrenó la composición en abril de 1926. Fue la primera interpretación de una obra de Martinů en Estados Unidos, país donde el compositor pronto lograría un asombroso éxito con la pieza, conocida bajo su título francés “La Bagarre” - el tumulto en español.

Martinů buscó inspiración para “La Bagarre” en el frenético ritmo de la civilización técnica que en la década de los veinte encantaba a los artistas de la joven generación.

En una dedicatoria posterior el compositor relacionó La Bagarre con una proeza técnica y trascendental logro de la humanidad: la travesía del Atlántico en avión por el estadounidense Charles Lindbergh, el 21 de mayo de 1927. Al aeropuerto parisino de Le Bourget acudieron decenas de miles de personas que recibieron al aviador con desbordante entusiasmo.

Martinů contactó al director Serguéi Kousewitzky y éste le confirmó que presentaría “La Bagarre” en estreno mundial. Ya que desde 1924 dirigía a la Orquesta Sinfónica de Boston, prometió al compositor que dicho estreno tendría lugar en Estados Unidos. En noviembre de 1927 Martinů recibió de ese país el siguiente telegrama:

“Estreno Bagarre, enorme éxito, sinceras felicitaciones. Kousewitzky”.

Después del estreno en Boston, “La Bagarre” fue presentada en Nueva York, Providence y de nuevo en Boston.

A Martinů le llegó también una afable carta del aviador Lindbergh en la que le agradecía la dedicatoria de la pieza.

Tras recibir de Estados Unidos un fajo de críticas, todas muy extensas y entusiastas, Martinů escribía a su amiga Fina Tausigová:

“Me han descubierto en América y elevado de repente al rango de Stravinski y Honegger”.

Un éxito tan rotundo fue obtenido por un compositor cuyo nombre nadie había conocido con anterioridad en Estados Unidos y cuya obra no había recibido promoción alguna en ese país. El público estadounidense se rindió a Bohuslav Martinů como unas décadas antes a Antonín Dvořák.