Carlos IV y su Ciudad Nueva

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En la presente edición de "Legados del pasado - testimonios del presente", centraremos nuestra atención en la persona del rey checo y emperador romano-germánico Carlos IV, y en sus actividades arquitectónicas en la capital checa, Praga.

La Ciudad Nueva es la más "joven" de las cuatro ciudades históricas de Praga, sin embargo, al mismo tiempo, es la más grande y espaciosa. Su fundación está vinculada a la persona del rey checo y emperador romano-germánico Carlos IV.

La leyenda dice que un día por la noche, el rey checo Carlos IV enseñó a su corte el panorama de Praga. Todos quedaron maravillados ante la belleza de la capital, aunque el astrólogo del rey parecía triste. El monarca quiso saber la razón y el letrado le explicó que había leído en las estrellas que la Ciudad Vieja iba a ser destruída por una enorme inundación, y la Ciudad Pequeña quemada por un incendio.

El rey Carlos se quedó un rato pensativo y después exclamó: "¡Praga no perecerá y permanecerá! ¡Aunque se destruyan las dos ciudades, yo edificaré una nueva, gran Praga! ¡Por allí!" Y apuntó con el dedo a la orilla derecha del río Vltava por detrás de la Ciudad Vieja...

Después de ser coronado emperador romano-germánico, Carlos IV decidió convertir Praga en su sede imperial. En aquel entonces, existían sólo tres barrios, hoy ciudades históricas. A la orilla izquierda del río se hallaba laCiudad Pequeña, y alrededor del Castillo de Praga, el recién fundado barrio de Hradcany. A la orilla derecha se extendía el barrio más antiguo, la Ciudad Vieja y el castillo de Vysehrad.

El 8 de marzo del año 1348 se publicaba el decreto de la fundación de la Ciudad Nueva o Ciudad de Carlos tal como se conocía entonces. A finales del mismo mes de marzo, se colocaba la primera piedra y comenzaban los trabajos. El emperador Carlos deseaba crear una sede digna del imperio romano-germánico que se igualase a París, donde él se había educado.

A tales ideas de grandeza correspondía el proyecto de la futura ciudad. Su extensión era tres veces más grande que la Ciudad Vieja, a la que circundaba por todos lados, incluyendo en su territorio además a todos los pueblos cercanos de la Praga de entonces. Carlos IV se adelantó a sus tiempos con su obra, la Ciudad Nueva, ya que su plana arquitectónica se conserva igual a como era a la hora de su fundación.

Las murallas del nuevo barrio, coronadas por veinte torres e interrumpidas por cuatro puertas, pasaban desde el castillo de Vysehrad al sur hasta la actual estación de metro de Florenc al norte. Otro intento de Carlos IV fue hacer de Praga una fortaleza rodeada de murallas, de modo que las fortificaciones externas de la Ciudad Nueva se acabaron al cabo de dos años, trabajando en su construcción un millar de obreros y artesanos.

El espacio de la Ciudad Nueva fue dividido en tres mercados, hoy plazas. El más grande era el Mercado de Ganado, hoy la Plaza de Carlos, y la mayor plaza de Europa Central con unas siete hectáreas de extensión. Sin embargo, el verdadero centro de toda la Ciudad Nueva, y después de toda Praga, pasó a ser el Mercado de Caballos, hoy la Plaza de Venceslao. El último mercado se llamaba Mercado del Heno, por venderse allí forraje y piensos para animales domésticos. Hoy se llama Plaza Senovázné, o sea Plaza del Heno.

Según las crónicas, en el año 1372 ya estaba concluída la edificación básica de la Ciudad Nueva. Sin embargo, las obras más vistosas tardaron más en completarse. Carlos IV fue un soberano muy religioso, y por ello mandó construir nuevas iglesias e invitó a Praga a nuevas órdenes religiosas.

 Plaza de Venceslao
Además de las iglesias parroquiales de San Enrique y San Esteban, o el inacabado templo de coronación de Nuestra Señora de las Nieves, Carlos IV mandó edificar en la Ciudad Nueva cinco iglesias que a vista de pájaro formaban una cruz, lo que correspondía con la idea del emperador pío de crear en Praga la Nueva Jerusalén, llena de símbolos religiosos.

Con la edificación de la primera iglesia consagrada a Santa Catalina, el monarca cumplió su voto hecho en las vísperas de la batalla en Italia, que coincidió en el día de esa santa. La iglesia de Santa Catalina suele llamarse, por su torre puntiaguda, "El minarete de Praga".

En las faldas de la colina del castillo de Vysehrad se halla otra iglesia de la época de Carlos IV, la de Nuestra Señora de la Anunciación, que pertenecía, junto con el monasterio contiguo, a la orden de los servitas, introducida en el Reino Checo por el emperador. Y por encima de ella, sobre la "Colina de los Vientos", se alza la tercera de las iglesias - la de San Apolinario.

Iglesia de Santa Catalina  (Foto: autor)
Carlos IV no dudó en reavivar también el rito eslavo, y para este fin invitó a Praga a los monjes de origen dálmata de la Croacia actual, fundando para ellos el monasterio con la iglesia de Nuestra Señora y Patronos Eslavos, situada a la orilla del río entre el castillo de Vysehrad y la Plaza de Carlos. Para su construcción se utilizaron los mismos ladrillos con los que fue edificado el castillo de Karlstejn y sus costes fueron casi los mismos que los del Puente de Carlos.

La última de las iglesias que vistas desde el cielo forman una cruz es la de Nuestra Señora y Carlomagno, construida en lo más alto de la ladera opuesta al castillo de Vysehrad. Su planta octagonal recuerda a la capilla funeraria de Carlomagno en la ciudad alemana de Aquisgrán. La iglesia posee la cúpula más grande de la República Checa y sobre su bóveda se cuentan varias leyendas.

La más famosa dice que para erigir la bóveda, su arquitecto firmó un pacto con el diablo. Cuando la obra fue completada, nadie osó quitar el andamio temiendo que la bóveda se derrumbase. El propio arquitecto al final prendió fuego a la madera del andamio y, al cabo de un rato, se oyó un tremendo estrépito. El arquitecto, pensando que el diablo le había engañado y que su obra había sido destruida, corrió cuesta abajo y se arrojó al río donde se ahogó. Sin embargo, cuando se disipó el humo, la gente entró en la iglesia y encontró la bóveda intacta.