“Mi apellido es parte de mí misma”

Cada vez más mujeres checas rechazan renunciar a su apellido de soltera a la hora de casarse. ¿Qué motivos tienen para rebelarse contra la tradición y cómo se las arreglan para no dañar el ego de su pareja? En esta edición de A Toda Marcha van a encontrar la respuesta.

En la República Checa, la mujer cuando se casa pierde su apellido de soltera, el único que tiene, para adoptar el de su esposo, además, con el sufijo –ová, que significa ‘de’ e implica posesión.

La regla fue impuesta por la emperatriz María Teresa en la segunda mitad del siglo XVIII y sólo Dios sabe cómo ha logrado sobrevivir hasta nuestros días.

Sin embargo, la emancipación femenina se hace sentir también en este ámbito. Últimamente crece el número de mujeres checas que buscan maneras para conservar su apellido de soltera durante toda su vida.

En realidad, tienen dos opciones: la primera, que sólo pocas se atreven a llevar a cabo, es simplemente rechazar el apellido de su futuro esposo y mantener el suyo. La otra, mucho más frecuente, es la de conservar su apellido de soltera y añadirle el de su esposo, como lo ha hecho Lucie Kubečková Wenigová, residente de Praga.

“Uno de los motivos fue que me gustaba mi apellido y que no era muy frecuente en nuestro país. Y después, es algo que te acompaña durante toda tu vida y de repente te das cuenta de que es parte de ti misma y no quieres perderlo. Por otro lado, quería unirme simbólicamente a mi esposo, por eso acepté también su apellido”.

Hay muchas que se quejan de esta tradición, pero la gran mayoría de las mujeres checas termina adoptando el apellido de su esposo, ya sea con el sufijo –ová o sin él.

Entre los varios motivos que tienen para ello, destaca el de no dañar el ego de su pareja. Y es que los hombres checos son bastante tradicionales en este aspecto. Muchos siguen creyendo que para la mujer es un honor el poder recibir el apellido de su futuro esposo. E incluso hay quienes lo consideran como una prueba de amor por parte de su pareja.

Por suerte, existen excepciones. Una de ellas es Petr Vadas Mazanec, que no tuvo problemas para adoptar el apellido de su mujer, y no sólo porque le gusta diferenciarse de las masas.

“Me parece humillante que las mujeres adopten el apellido de su marido, además con el sufijo –ová. No me gusta nada, lo odio, incluso cuando se les añade a los apellidos femeninos extranjeros. Me parece como si el sufijo convirtiera a la mujer en una propiedad del hombre. Espero que más hombres sigan mi ejemplo”.

La mujer checa, por su naturaleza, es bastante práctica. Así que, la otra razón más frecuente para cambiarse el apellido es que resulta menos problemático, sobre todo, en el trato con las autoridades, explica Kristýna Pokorná, otra residente de Praga.

“Claro que se me había ocurrido conservar mi apellido de soltera, pero después rechacé la idea. Y es que tener dos apellidos resulta muy incómodo en el trato formal. Y si hubiera decidido conservar el mío y rechazar el de mi esposo, ¿cómo se habrían llamado nuestros hijos? Seguramente tuvieran el apellido de mi esposo y después parecería como si no fueran mis hijos”.

Sean cuales sean los motivos de las mujeres checas para conservar su apellido de soltera, las estadísticas hablan claro: Hombres, ¡vayan acostumbrándose a recibir otras pruebas de amor!