Alegría mexicana para curar la tristeza de Lidice

Edna Gómez Ruiz, foto: Barbora Němcová

La historia del pueblo de Lídice está conectada irremediablemente con la tragedia que allí sucedió en 1942, pero como nos ha demostrado Edna Gómez Ruiz, también es posible hacer honor a este pueblo y a los supervivientes de una forma más alegre.

El 10 de junio de 1942 quedó grabado en la historia de Checoslovaquia, pues ese día se llevó a cabo la masacre de Lídice por parte de las tropas nazis, que cometieron este acto en venganza por al atentado contra el jerarca nazi Reinhard Heydrich.

Pero este suceso, lejos de caer en el olvido, llegó a los oídos de personas de todo el mundo. El máximo exponente de ello fue México, que llegó a cambiar la denominación de una parte del pueblo de San Jerónimo Aculco, hoy en día una parte de Ciudad de México, por la de San Jerónimo Lídice.

Edna Gómez Ruiz,  foto: Barbora Němcová
Precisamente en esa localidad reside Edna Gómez Ruiz, una profesora de música mexicana que vivía en el contexto ideal para que su vida se cruzara con la República Checa.

En 1986, y en conexión con la asociación T. G. Masaryk de México dedicada a la difusión de la cultura checa, fue invitada por primera vez por el primer ministro checoslovaco Lubomír Štrougal. Desde entonces, su relación con Lídice sería para siempre.

Allí pudo acudir al acto solemne en memoria de las víctimas y conoció a los supervivientes, de los que muy pronto se convirtió en “madre adoptiva”.

Después de numerosas visitas a la República Checa, ha vuelto en este 2019 para reunirse de nuevo con los supervivientes, en lo que supone prácticamente media vida dedicada a esta causa, como contó para Radio Praga.

Edna Gómez Ruiz,  foto: Barbora Němcová
“Pues realmente es un cierre de un ciclo de vida, del cual la mitad he estado con Lídice. ¿Por qué razón? Porque México adoptó el nombre casi dos meses después de la tragedia. Esto me llevó a hacer un cambio en 1986, cuando llegué aquí por primera vez”.

La señora Edna Gómez nos habló sobre la solidaridad de México y sus estrechas relaciones con Checoslovaquia, que llevaron a que se rebautizara un pueblo.

“México siempre se ha caracterizado por la solidaridad. Esto hace que México tome un lugar en San Jerónimo, que se llama Aculco, y le cambie el nombre por Lídice, el 30 de agosto de 1942”.

En el mismo sentido se expresó la embajadora de México en la República Checa, Leonora Rueda, que desde la Embajada apoya esta unión de pueblos y también acudió al emotivo encuentro, y quien además quiso resaltar que México fue uno de los primeros países en reconocer a la República Checoslovaca como país independiente, aunque los lazos entre ambos países venían de muy atrás.

Leonora Rueda,  la embajadora de México en la República Checa, foto: Barbora Němcová
De hecho, existe un monumento a Masaryk en el país latinoamericano. Así como una escuela a la que ella misma acudió sin imaginar que en el futuro su vida también quedaría unida a la República Checa.

“Una de nuestras avenidas, muy importante, en Polanco, una zona residencial, tiene un monumento de Masaryk allí instalado. Hay una escuela secundaria, a la que yo fui, por cierto, que es la Secundaria Nº 8 Presidente Masaryk”.

La embajadora añadió que con actos como el cambio de nombre a San Jerónimo Lídice, México quiso que estos hechos no se olvidaran, para intentar que no vuelvan a repetirse.

“Se le puso el nombre de Lídice como reconocimiento a los hechos que no deben olvidarse para que no vuelvan a suceder”.

Por su parte, Edna Gómez, que a día de hoy es presidenta de la asociación mexicana T. G. Masaryk, lleva ya unos años acudiendo anualmente a la República Checa para hacer cursos de checo, por lo que poco a poco puede comunicarse con los numerosos amigos que ha hecho aquí en este tiempo, que ahora son una parte fundamental de su vida.

Foto: Barbora Němcová
“Es increíble cómo mi vida se juntó con República Checa actualmente. Porque me nombraron presidenta por votación de la asociación T. G. Masaryk en México. No hablaba checo, bueno, ahora tampoco, pero ya entiendo más. Y vine a Dobruška con una beca, me enamoré completamente siendo una abuela y estoy cumpliendo diez años de haber estudiado por ocho veces checo”.

Edna Gómez insistió en que lo más importante no son los actos solemnes, sino los supervivientes, que dijo que siempre están en su corazón y en su pensamiento.

Como ya ha habido suficiente tristeza, su misión en este encuentro es ofrecer a Lídice parte de su alegría mexicana, nos dijo.

“Lo mío no tiene nada que ver con el acto piadoso, no tiene que ver con el llanto sin dolor, que lo he nombrado mucho, y lo aprendí de las mujeres, no tiene que ver nada con el recuerdo triste. Tiene que ver con la alegría de México, un pedacito que yo me pueda traer y dárselo a ellos. ¿Y por qué? Porque ellos lo aceptaron desde la primera vez, no costó ningún trabajo llegar ante esos seres, que quizás nunca habían visto a una persona como yo que hablaba con señas, o traía un traductor, y se dejaron esa “důvěra” se dice en checo, esa confianza ellos la tuvieron desde el primer instante”.

Edna Gómez,  foto: Barbora Němcová
La gran labor de Edna Gómez, que tantas sonrisas ha traído a Lídice, ha sido reconocida en varias ocasiones. Por ejemplo, en el año 2007 le fue otorgado el premio “Gratias Agit” por el Ministerio de Relaciones Exteriores en reconocimiento de su esfuerzo para difundir la cultura checa.

Entre los mayores honores para ella, se encuentra el otorgado en 2017, cuando fue reconocida como “Ciudadana de Honor” de Lídice por el Ayuntamiento de esta localidad, tal y como explicó.

“La ciudadanía de honor creo que es el honor más grande que puedo tener en mi vida profesional. Pero no solo somos profesionistas, también somos humanos y sentimos, entonces es parte de mi vida”.

En este último reencuentro, la alcaldesa de Lídice, Veronika Kellerová, anunció además que se planea para el futuro poner una calle a nombre de Edna Gómez, una noticia que recibió emocionada.

La relación de México con Lídice no cesa, así como no lo hace la incansable labor de Edna Gómez, que desde hace 33 años sabe sacar una sonrisa a los supervivientes de Lídice, que ahora son parte de su familia.

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