La historia personal de un paciente mental llamado Don Quijote de la Mancha

Francisco Alonso-Fernández, foto: Carlos Ferrer

El cuadro clínico de Don Quijote era perfectamente realista, demostrando los avanzados conocimientos que tenía Cervantes sobre las enfermedades mentales. Esta y otras fascinantes revelaciones protagonizaron la conferencia del profesor de psiquiatría Francisco Alonso-Fernández, impartida en el Instituto Cervantes de Praga este jueves.

Francisco Alonso-Fernández,  foto: Carlos Ferrer
Se cumplen 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes, y a la celebración de la efeméride se ha sumado, como no podía ser de otra manera, el Instituto Cervantes de Praga. Como parte de las actividades de la Semana de Cervantes, el prestigioso profesor de psiquiatría español Francisco Alonso-Fernández impartió este jueves la conferencia ‘Don Quijote, un loco lúcido y kafkiano’, dedicada al protagonista de la obra insigne cervantina, tomado desde el punto de vista médico.

Entre los análisis realizados de la figura de Don Quijote se encuentran algunos que defienden la tesis de que en realidad Alonso Quijano no estaba loco, que todo era un juego. Para Francisco Alonso-Fernández, la patología del Quijote es evidente, comentó en entrevista para Radio Praga.

“Don Quijote tenía una locura, hoy decimos psicosis, y yo he visto enfermos muy parecidos a Don Quijote. Lo que pasa es que hay mucha gente que opina sobre esto. Diría Platón: vienen a la escuela de filosofía y no saben geometría. En este sentido, yo digo que los que niegan la enfermedad mental de Don Quijote, que estaba plasmada como una realidad en el libro (Decía Cervantes: loco de remate. Más loco no podía estar), son unos cervanticidas, porque están matando las ideas de Cervantes”.

De hecho la escena final, en la que en el lecho de muerte Don Quijote se presenta cuerdo, mientras que es Sancho Panza el que todavía vive en la fantasía caballeresca, tiene una clara explicación clínica.

Miguel de Cervantes
“Tiene una enfermedad corporal, y con la enfermedad corporal vuelve Alonso Quijano a su ser verdadero, lo que él era, un hidalgo. Porque da la coincidencia de que realmente, para el tipo de trastorno mental que tiene Don Quijote, la psiquiatría utilizó durante mucho tiempo la provocación de fiebre, se llamaba piretoterapia, que podía ser provocada por inyecciones de azufre, vacuna antitífica, pero también por una enfermedad corporal espontánea que produjera fiebre, y mejoraba el trastorno mental. Y esto lo que le pasó a Alonso Quijano, que recuperó la salud mental, no la lucidez, porque un loco lúcido fue siempre Don Quijote, gracias a una enfermedad corporal que le llevó a la muerte”.

El tratamiento de la locura que se da en Don Quijote de la Mancha es por tanto completamente realista. De hecho en la novela se dan dos episodios que permiten hacer un diagnóstico preciso, añade Alonso-Fernández.

“Que todo lo que cuenta que ocurrió en la cueva de Montesinos corresponden a los trastornos del sueño que se han registrado últimamente en las modernas investigaciones científicas de los 4-5 últimos años, que ocurre en los enfermos tipo Don Quijote. Porque él tenía una euforia patológica delirante, que en términos nosográficos sería una hipomanía delirante, y en términos ya clasificatorios, de rúbrica diagnóstica, un trastorno bipolar. Don Quijote en Sierra Morena alternaba momentos de autoflagelación, de cabezadas contra las peñas, etc. con otros momentos en que daba piruetas de alegría. Esto constituye un estado mixto eufórico-depresivo, un cuadro descrito hace ya 200 o 300 años en psiquiatría”.

Una visión naturalista de la locura

Todo ello nos lleva a la cuestión de cómo es posible que, en una época donde la psiquiatría no existía como disciplina médica, Miguel de Cervantes haya podido describir una patología con tanta precisión y coherencia. Para Alonso-Fernández hay dos razones.

Francisco Alonso-Fernández,  foto: Carlos Ferrer
“Una cuestión con relación a España, que se ha aireado muy poco, es que en los siglos XV y XVI, España era el único país del mundo que tenía una concepción naturalista de la enfermedad mental. Luego se perdió. Por ejemplo, Juana la Loca, así la llamó el pueblo cuando en otro lugar del mundo la habrían llamado Juana la Posesa, porque primaba la concepción demonológica. Luego, por otra parte, el padre de Miguel de Cervantes era cirujano barbero, había tenido contacto con enfermos por este motivo, y había visitado también el manicomio de Sevilla, conocía enfermos mentales”.

El libro, considerado la primera novela moderna, es rompedor y sobresaliente en muchos sentidos, pero pocos se dan cuenta de que precisamente uno de ellos es el haber ensalzado y dado dignidad literaria a un enfermo mental en pleno siglo XVII.

“Yo diría que el libro de Cervantes se podría llamar perfectamente ‘La historia personal de un paciente mental llamado Don Quijote de la Mancha’. Porque en torno a esto hay muchísimos planos: sociológico, teológico, cultural, histórico, religioso, etc. Pero son planos en torno a una figura, que es un enfermo mental. Y un enfermo mental glorioso. Porque muchas veces los enfermos mentales son acusados siempre de desmanes, catástrofes, etc. Y se olvidan de que hay muchísimos enfermos mentales gloriosos. Por ejemplo, hoy se ha descubierto que entre los genios abundan muchísimo los enfermos bipolares”.

La bipolaridad, explica el profesor Alonso-Fernández, tiende a asentarse en personas sintónicas, extremadamente sensibles a su entorno, y con un gran sentimiento de independencia. Estos son factores que llevan a la capacidad de desarrollar un pensamiento lateral, es decir, salirse de los cánones establecidos, que es lo que definiría a la genialidad.

Adulando a la Inquisición

Un elemento, sin embargo, escapa a la lógica, y es el hecho de que Alonso Quijano enloquezca por su afición desmesurada a los libros de caballerías. Alonso-Fernández confirma que aquí Cervantes no fue fiel a la realidad.

“La determinación de un cuadro de este tipo en una persona de edad ya avanzada obedece a la genética en una proporción del 90%. El 10% restante se le puede atribuir a que Alonso Quijano llevaba una vida muy vegetal, muy monótona, una vida sin alicientes, y esto podría haberle activado los genes un poquito, pero fundamentalmente es genética y no influye la lectura de los libros. La lectura es muy sana para la salud mental, nadie ha perdido la razón por leer libros”.

El autor, no obstante, lo sabía, según Alonso-Fernández. No se trataría de un error, sino de una licencia que Cervantes se tomó con diversos propósitos.

“Yo intuyo aquí que Cervantes puede haber perseguido, al presentar el enfrascamiento en la lectura, ironizar contra los libros de caballerías, robustecer sus argumentos, que era, parece, una de las primeras intenciones de Cervantes al escribir el libro. Y otra era halagar a los inquisidores, los enemigos natos de la lectura y de los libros. Unos años antes, a comienzos del siglo XVI, el cardenal Cisneros había ordenado la quema de un millón de libros. Entonces, él alababa a los inquisidores, y le fue muy bien, porque al Quijote le han permitido los inquisidores licencias que no le han permitido a ningún otro libro”.

La estrategia le funcionó: en las dos partes del libro, en la que se da una imagen positiva de los judíos y los musulmanes, y donde se critican los autos de fe, la inquisición solo le tachó una frase, que Don Quijote rezó un millón de avemarías en Sierra Morena.

Francisco Alonso-Fernández es Catedrático Jefe del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Universidad Complutense de Madrid, y miembro de numerosas instituciones de prestigio, entre las que destacan la Real Academia de Medicina y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Autor de más de una veintena de libros de divulgación psiquiátrica o histórica, Alonso-Fernández ha dedicado dos volúmenes a la figura de Don Quijote: ‘El Quijote y su Laberinto Vital’, de 2005, y ‘Don Quijote, el poder del delirio’, de 2015.