Se cumplen 30 años de la simbólica visita del papa Juan Pablo II a Checoslovaquia

El papa Juan Pablo II y  Václav Havel, foto: archivo ČT

El papa Juan Pablo II realizó tres visitas a territorio checo durante su pontificado. De la primera y más especial de todas, que tuvo lugar el 21 de abril de 1990, se cumplen ahora 30 años.

El papa Juan Pablo II y  Václav Havel,  foto: archivo ČT
Hace exactamente 30 años, el papa Juan Pablo II se convirtió en el primer sumo pontífice de la Iglesia católica en visitar Checoslovaquia. El valor histórico y simbólico de esta visita fue enorme en su momento.

Checoslovaquia fue uno de los países del Bloque del Este donde la Iglesia fue perseguida con mayor dureza, asimismo, sus relaciones con el Vaticano estuvieron durante mucho tiempo prácticamente rotas.

En el contexto de los cambios que se estaban produciendo tras la Revolución de Terciopelo y la caída del régimen comunista a finales de 1989, tanto líderes políticos como religiosos sabían que la visita del papa podría tener mucho valor. Es por ello que el entonces presidente de Checoslovaquia, Václav Havel, y el arzobispo de Praga, František Tomášek, invitaron al papa al país en diciembre de 1989.

Jaroslav Šebek | Foto: Jakub Wojtovič,  Český rozhlas
Juan Pablo II aceptó con gran rapidez, y finalmente la visita se produjo los días 21 y 22 de abril de 1990. Esto representaba la confirmación de que los checoslovacos entraban en una nueva etapa democrática, como señaló para la Radio Checa Tomáš Petráček, sacerdote e historiador religioso.

“Poco después de los cambios políticos de 1989, esto supuso una confirmación de que algo había cambiado y de que la libertad era real. Vino un papa eslavo, alguien que conocía bien esta situación. Esta visita también se llevó a cabo para que la población se dirigiera con confianza hacia esa nueva etapa”.

El plan era que el día 21 de abril el papa llegase a Praga, donde visitaría un lugar tan simbólico como la Catedral de San Vito. El día 22 estaba destinado a visitar la localidad morava de Velehrad, y después Bratislava, para dirigirse a los fieles eslovacos.

Tomáš Petráček,  foto: Barbora Linková,  ČRo
Desde la llegada de Juan Pablo II a la capital checa pudo apreciarse la atmósfera de esperanza que se estaba viviendo en la Checoslovaquia de entonces, algo que reflejaron perfectamente las palabras del presidente Václav Havel, como apunta el historiador Jaroslav Šebek.

“Ya en el aeropuerto de Praga, en su discurso de bienvenida, Václav Havel le dijo al papa: ´no sé si sé lo que es un milagro, pero estoy siendo testigo de uno´. Esto expresa la atmósfera que reinaba en ese momento, y que se venía preparando ya desde diciembre de 1989. En ello tuvo un papel destacado el sacerdote Tomáš Halík, quien estuvo en Roma hablando con el papa sobre la visita. Pero lo más importante es que era el propio papa el que quería venir a Praga lo antes posible”.

Debido a la transición democrática, y tras el impulso de la visita del sumo pontífice, algunos pensaron que quizás el cristianismo se abriría paso de nuevo en el país, tras 40 años de opresión y persecución. En algunos casos de forma sincera, y en otras por interés, comenzó a aumentar el número de personas que se autoproclamaban cristianas, aunque el interés decayó rápido, explica Šebek.

“En ese momento, incluso muchos comunistas dijeron que eran cristianos. Aparecían casos de gente que había sido monaguillo de joven, y de esa forma intentaban defender su posición en la nueva sociedad. Sin embargo, esto duró muy poco, porque se demostró que el nuevo poder no pondría a la gente más arriba o más abajo por su religión. Así que los miembros de las élites se dieron cuenta de que podían vivir bien sin la fe”.

El papa Juan Pablo II  (1980),  foto: Bundesarchiv
Pero, al fin y al cabo, y como indica Jaroslav Šebek, la situación no ha cambiado tanto en la sociedad checa. Por un lado, parece claro que Chequia es un país eminentemente ateo, por otra parte, se puede ver que las raíces cristianas de la nación siguen vivas en ciertos aspectos.

“Pero la situación actual con la religión me recuerda mucho a la que había entonces. Decimos que somos el país más ateo del mundo y nos quejamos de las restituciones a la Iglesia, pero nos identificamos como nación cristiana cuando se trata de oponernos a la religión islámica. En ese aspecto, la situación actual y la de 1990 son cercanas”.

Para los historiadores, el valor que tuvo la visita del papa en 1990 es innegable. Juan Pablo II tenía personalmente interés en apoyar los cambios democráticos en el país, y los checos recibieron el gesto con agrado. A la misa que el papa ofició en la Planicie de Letná el 21 de abril se estima que acudieron alrededor de 500 000 personas. Y a su misa del día 22 en Velehrad fueron unas 350 000 personas procedentes también de otros países como Polonia, Eslovaquia y Austria.

Sin embargo, en lo que se refiere a la posición del cristianismo en Chequia, gran parte de la ciudadanía desarrolló un sentimiento de desconfianza hacia las autoridades religiosas. En opinión de Šebek, la visita fue muy importante, pero no sirvió para fomentar el cristianismo como tal.

El papa Juan Pablo II,  foto: public domain
“La visita del papa fue fantástica, pero mucha gente comenzó a asustarse y sintió que la Iglesia quería, después de muchos años de injusticias, volver a movilizar a la población. Muchos afirmaban que la Iglesia intentaba ganar influencia política y social, tras lo que comenzó a surgir el actual sentimiento anticlerical. Esto comenzó en 1990, pero aumentó especialmente con el tema de las restituciones de bienes a partir de 1993”.

Como papa de procedencia polaca, Juan Pablo II siempre sintió cercanía con República Checa y Eslovaquia. En lo que se refiere al territorio checo, durante su pontificado volvió dos veces más. La segunda visita tuvo lugar en 1995 para la canonización de Zdislava de Lemberk y de Juan Sarkander. En esta visita aprovechó para reunirse con representantes de Iglesias cristianas no católicas y pedir una mayor unión y comprensión dentro del cristianismo. Su tercera y última visita como papa ocurrió en 1997, con motivo de los 1000 años de la muerte del obispo san Adalberto de Praga.

Tras 26 años de pontificado, el papa Juan Pablo II falleció en 2005 a los 84 años, tras lo que fue sucedido en el cargo por Benedicto XVI.

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