Zátory, el barrio fantasma de Praga

Calle Na Zátorách en la actualidad, foto: Juan Pablo Bertazza
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En la década del setenta, al construir la estación de Holešovice, el gobierno comunista derribó casi por completo un barrio de casas bajas y frondosos jardines del que hoy no quedan más que escombros y algunos pocos recuerdos. En esta entrevista el historiador Jan Jungmann nos revela, con fotos y detalles de lujo, esta historia desconocida incluso para muchos checos.

Calle Na Zátorách en la actualidad,  foto: Juan Pablo Bertazza

Hace apenas unas semanas el prestigioso diario inglés The Guardian calificó a Holešovice como uno de los diez barrios más cool de Europa debido a su amplia oferta gastronómica y cultural que, lentamente, empieza a llamar la atención de los turistas que suelen concentrarse más en la típica postal de la Ciudad Vieja o Malá Strana.

“Mucha gente me contó cómo se vivía ahí, me dijeron algunas cosas interesantes, incluso alguien en una foto reconoció a su madre. Les gustaba el hecho de recordar su infancia, que habían vivido ahí como en una suerte de idilio y con muchos jardines”.

Hace ya varios años que el historiador Jan Jungmann advirtió los cambios profundos que estaban ocurriendo en ese y algunos otros barrios de la ciudad. Por eso decidió brindar su aporte escribiendo un libro entero sobre Holešovice que salió dentro de una serie de obras publicadas por el Museo de la Ciudad de Praga que combinan información precisa y fotos de calidad.

“Smíchov y Holešovice, que alguna vez fueron distritos industriales, después de 1989 comenzaron a cambiar muy rápidamente, perdieron su carácter histórico originándose algo completamente diferente. Así que quería capturar su antiguo rostro y transmitirlo a los más jóvenes”.

Jungmann revela que, durante años, Holešovice aglutinaba tres universos totalmente distintos: por un lado la parte industrial del Moldava, que incluía el puerto y una importante zona industrial que explica el nombre de algunas calles actuales como, por ejemplo, Plynární -planta de gas- o Argentinská porque el matadero de la zona solía comprar carne de ese país. El segundo mundo era el área de Letná: un barrio moderno y confortable cuyos vecinos solían diferenciarse alegando que ellos no pertenecían a Holešovice, como si tuvieran un estatus especial. Y, por último, se encontraba el antiguo Zátory, el barrio donde el tiempo parecía detenerse y que fue demolido en los años setenta, cuando el gobierno comunista decidió construir la estación de metro y de tren de Holešovice.

Jan Jungmann,  foto:  Juan Pablo Bertazza
“Era un barrio de pequeñas casas y granjas que, en su mayoría, habían sido levantadas en el siglo XIX. Lo que quedaba de la aldea original de Holešovice. Cuando se construyó la nueva estación de tren y de metro de Praga Holešovice, lo que quedaba de ese casco histórico fue arrasado. Durante décadas han quedado lotes de terreno vacíos, en los que recién ahora están construyendo”.

Jungmann lamenta, además, que esas nuevas obras estén destinadas a grandes oficinas y no a edificios de vivienda. Lo cierto es que, luego de demoler ese barrio antiguo, cuyo nombre se debía a las obstrucciones que los bloques de hielo producían en el río, también se hicieron las avenidas y autopistas que hoy pueden verse en la zona.

Lo que ocurrió con Zátory pasó, por supuesto, en casi en todo el mundo y tiene que ver con los procesos de urbanización de las grandes metrópolis. Jungmann explica que, de hecho, no es el único sitio de la capital checa que vivió ese fenómeno. Lo mismo ocurrió, por ejemplo, con un antiguo barrio en Bubny que tenía su propia cervecería y también en Žižkov. Incluso hay ciertas semejanzas con la demolición del viejo barrio judío que cedió su lugar a la lujosa calle Pařižská y es descripto en la novela El Golem de Gustav Meyrink.

Casa sobreviviente de Na Zátorách,  foto: Juan Pablo Bertazza

Libros sobre Na zátorách,  foto: Juan Pablo Bertazza
Zátory aparece también en varias obras: desde un capítulo de Pecadores de la ciudad de Praga (Hříšní lidé města pražského), una conocida serie policial de televisión de 1968 hasta en una novela mucho más actual: Perros sin pedigrí (Psi bez rodokmenu) de Josef Moník, publicada en 2008.

“Zátory entra en la literatura entre la década de 1960 y 1970 cuando apareció una serie de libros infantiles que se llamó Boříkovy lapálie que transcurren en el antiguo Holešovice y en Zátory. Así que era conocido hasta cierto punto. También pasó eso porque, durante el comunismo, casi no existía la opinión pública. Hoy, en cambio, habría algunas iniciativas de los ciudadanos para, por lo menos, protestar, esa es una de las razones”.

Foto: Juan Pablo Bertazza
De todas formas, Jungmann aclara que, de sobrevivir al comunismo, lo más probable es que, más allá de todas las protestas que pudieran haber aparecido, el barrio de Zátory habría sido derribado en un sistema como el de hoy porque, en su opinión, el capitalismo tampoco se interesa demasiado en preservar las casas históricas.

En su libro Holešovice-Bubny, además de hablar de este antiguo barrio, Jungmann incluye material fotográfico que compensa la falta de información que existe, por ejemplo, de la población exacta que tenía ese lugar.

Pero recuerda que, una vez que presentó el libro, la mayor cantidad de reacciones tuvieron que ver con el caso de Zátory, a tal punto que podría escribir un nuevo volumen con la enorme cantidad de historias que le contaron los vecinos.

“Cuando presenté el libro mucha gente se me acercó para contarme sus recuerdos de cómo se vivía ahí, me dijeron algunas cosas interesantes, incluso alguien en una foto reconoció a su madre. Les gustaba el hecho de recordar su infancia, que habían vivido ahí como en una suerte de idilio y con muchos jardines. Les encantaba recordar todo eso y no querían saber nada con mudarse, a pesar de conseguir mejores departamentos. No debemos olvidar que, bajo el comunismo, no podían hablar con nadie: les dijeron que tenían que mudarse porque ese lugar sería derrumbado y eso era todo”.

Casa sobreviviente de Na Zátorách,  foto: Juan Pablo Bertazza
Jungmann comparte, por ejemplo, el testimonio de una señora nacida en Zátory que hoy vive en Český Krumlov: ella le contó lo mucho que le cuesta asumir que, debajo del lugar donde nació, hoy pase el metro y los rieles atraviesen lo que era el jardín de su casa, además de que el patio donde ella jugaba de niña ahora esté sucio, deshabitado, plagado de arbustos y basura.

Quien hoy camine cerca de la zona puede encontrar algunos rastros de ese barrio demolido casi por completo, como por ejemplo los nombres de algunas calles y una casa muy llamativa que, según explica Jungmann, en su momento fue una farmacia. Aunque lo más interesante y curioso es el motivo por el que esa vivienda, que hace tiempo está vacía y abandonada, se salvó del derrumbe.

Casa sobreviviente de Na Zátorách,  foto: Juan Pablo Bertazza
“Dejaron esa casa en pie por la sencilla razón de que los trabajadores que demolieron las otras casas vivían allí. Pero no es exactamente la última casa: se han conservado dos más en la zona que se encuentra entre la estación de Holešovice y el Moldava. En la década del 50 construyeron algunas estructuras de hormigón que incorporaron a la vieja granja, y aún se conservan dos casas viejas en esa zona”.

Además de aclarar que esas otras dos casas pueden verse desde el tren, Jungmann explica que no está seguro si, desde el punto de vista técnico, era indispensable desalojar ese barrio para construir las estaciones de tren y de metro.

Pero lo que sí es seguro es que los comunistas decidieron hacerlo para hacer propaganda: tirar abajo un barrio feo y antihigiénico para ofrecer, en cambio, la posibilidad de vivir en un lugar mejor.

“Dejaron esa casa en pie por la sencilla razón de que los trabajadores que demolieron las otras casas vivían allí”.

Claro que, hasta donde sabe el historiador, no queda demasiado claro que a todos los vecinos les hayan asignado otro lugar en el que vivir o al menos el pago de alguna indemnización.

Más allá de su pasión por Zátory, cuenta Jungmann que también le llamó la atención, mientras realizaba su larga investigación sobre Holešovice, una serie de talleres ferroviarios que ya no existen y que también tenían que ver con la idea de un viejo mundo. En ese sitio Jungmann descubrió algo que incluso hoy, al recordarlo en fotos, lo sigue sorprendiendo.

Casa sobreviviente de Na Zátorách,  foto: Juan Pablo Bertazza
“Descubrí una pared de ladrillos en la que los trabajadores consignaban y registraban distintos eventos históricos, como por ejemplo: ‘Empecé a trabajar aquí en 1895’. O también: ‘Hoy, 15 de marzo de 1939, los alemanes se apoderaron de Checoslovaquia’. Y, entonces, esa pared de ladrillos fue acumulando acontecimientos históricos grabados durante unos 150 años. Algo único que, por desgracia, ya no existe, fue demolido. Para mí la mayor experiencia fue conocer esos talleres ferroviarios”.

Afortunadamente, no todo se puede demoler. Durante esa misma investigación Jan Jungmann conoció al señor Kubík, un hombre de su misma edad que había tomado excelentes fotos del antiguo Holešovice cuando solo tenía 14 años con una cámara tan básica como primitiva. Kubík le cedió esas imágenes para que Jungmann pudiera incluirlas en su libro. En definitiva, además de permitirle publicar y acceder a mucha información interesante que hoy quiere transmitir a las nuevas generaciones, aquella investigación sobre Holešovice y el antiguo barrio de Zátory le valió a Jungmann una de las amistades más importantes de su vida.