Checomacoco ayuda a los "indios checos" de Paraguay

En esta edición especial del espacio Panorama checo les familiarizaremos con la Asociación cívica Checomacoco que ayuda a los "indios checos" de Paraguay.

Puerto Esperanza es un pueblo paraguayo situado a orillas del río Paraguay al Norte del Gran Chaco, a unos 1200 kilómetros de distancia de la capital Asunción y a 30 kilómetros de la ciudad fronteriza con Brasil, Bahía Negra. Hace cien años, empezó aquí una historia que parece de novela. En el año 1904 visitó esta región desolada el viajero checo Alberto Vojtech Fric, se enamoró de una joven de la tribu indígena Chamacoco llamada Lora-y, o sea Pato Negro, y se casó con ella. En 1912 Fric viajó al congreso americanista en Europa, y nunca más logró volver a Puerto Esperanza.

Aquí termina la historia, pensarán. Pero no es así. La historia de amor de Alberto Vojtech Fric continúa y cada uno de nosotros podría convertirse en su protagonista. ¿Cómo? Dejemos la palabra a una persona más que competente, Yvonna Fricová.

"Estudio el legado de Alberto Vojtech Fric desde hace muchos años, en efecto, desde que me casé con el nieto de este hombre extraordinario, pero nunca se me había ocurrido viajar personalmente a Paraguay, al Gran Chaco, del que siempre leía sólo las cosas más horrorosas, que llaman a esta región ´infierno verde´, en fin, que allí es dificilísimo sobrevivir. Sin embargo, la suerte dispuso que ya haya visitado Paraguay dos veces. Fue por un motivo que no se podía ignorar".

En el año 2000 los esposos Yvonna Fricová y Pavel Fric averiguaron que en Paraguay vivía una señora de nombre Herminia Ferreira Fric que, con mucha probabilidad, era hija de Alberto Vojtech Fric y Lora-y. La existencia de esa dama de casi cien años de edad la descubrieron dos jóvenes cineastas checos, Alice Ruzicková y Martin Cihák, que viajaron a América Latina para rodar un documental sobre Alberto Vojtech Fric y, entre otros lugares, visitaron la zona del Alto Paraguay que el viajero checo había explorado intensamente entre los años 1903 y 1912, entablando estrechos contactos con los indígenas.

Los esposos Fric no vacilaron y en el año 2002 viajaron a Puerto Esperanza para conocer a su lejana familia india de la tribu Chamacoco, que hoy cuenta con 160 miembros.

"Los indígenas no nos pidieron nada, no quisieron molestarnos. Fue conmovedor cómo rechazaban nuestros intentos de enviarles regalos. Nos los agradecieron, pero dijeron que deberíamos ahorrar dinero para nuestra familia, para nuestros hijos, ya que la vida de los blancos en las ciudades es muy complicada y difícil".

El encuentro con sus parientes paraguayos, que con orgullo ostentan el apellido Fric, no pudo dejar a los esposos indiferentes ante su destino. Los aproximadamente 1500 miembros de la tribu Chamacoco habitan cinco pueblos en una hostil zona pantanosa azotada por inundaciones, temperaturas asfixiantes y fuertes vientos. Lorenzo Ferreira Fric, uno de los ocho hijos de Herminia, consiguió que el Gobierno paraguayo garantizara oficialmente a los Chamacoco un territorio de unos 30 kilómetros de largo y seis kilómetros de ancho a lo largo del río Paraguay.

En el año 2004 Yvonna y Pavel Fric fundaron en la República Checa la asociación cívica "Checomacoco", según comenzaron a llamarse en broma los descendientes Chamacoco de Alberto Vojtech Fric. El impulso fue una carta del hijo mayor de Herminia, Rodolfo Ferreira Fric.

"Nos escribió que le alegraría que la gente de la República Checa supiera que en un rincón olvidado del mundo en el Alto Paraguay, vive un grupo de indígenas de la tribu Chamacoco que lleva sangre checa en las venas. Debido a que no tienen ninguna oportunidad de conseguir recursos financieros para mejorar sus condiciones de vida, agradecerían una ayuda de sus compatriotas checos con la que podrían iniciar su propia industria agrícola".

En Paraguay se considera el ganado como la mejor inversión. Así, en enero del presente año, la Asociación Checomacoco inició una colecta pública con el fin de conseguir finanzas para adquirir unas 200 vacas y tres toros, imprescindibles para la reproducción del rebaño, para los Chamacoco de Puerto Esperanza.

Un becerro de dos años cuesta en el mercado paraguayo alrededor de cien euros, un toro padre reproductor - como dicen los indígenas - aproximadamente cuatro veces más. Los donantes tienen la posibilidad de bautizar a "su vaca". El rebaño ha ido creciendo y ya cuenta con más de cuarenta ejemplares, incluyendo un macho, que llevan nombres como Evita, Líza, Kacenka y Zizka.

"Antes de iniciar la colecta oficial para el rebaño de vacas, hicimos una prueba. Entre nuestra familia y nuestros amigos recogimos dinero para comprar diez vacas a la familia de nuestro primo Rodolfo. Hace medio año, cuando volvimos a visitar Puerto Esperanza, queríamos ver a los animales y sacarles fotos para poder mostrar en casa cómo les iba. Nuestro deseo provocó un alboroto en el pueblo, ya que allá el ganado se cría de otra manera a la que estamos acostumbrados. Las vacas no están encerradas en un corral, sino que andan y pastan libremente por los vastos llanos del Gran Chaco. Los indios tardaron varios días en encontrar a las vacas entre las otras y conducirlas al pueblo. Pero al final, las vimos a todas, incluyendo a dos preciosos becerros que entretanto habían nacido".

El proyecto de la Asociación Checomacoco cuenta con el apoyo del departamento de cultura y de relaciones con la colectividad, del Ministerio de RR. EE. checo, así como de la Embajada checa en Buenos Aires, subrayó Yvonna Fricová.

"Esperemos que, combinando diferentes fuentes financieras, logremos reunir suficiente dinero para poder volver a viajar a Paraguay este otoño. Claro que antes trataremos de hacer el mejor negocio a distancia con ayuda de Internet. Los Chamacoco ya han negociado sobre los precios con algunos granjeros de la zona. Esperemos que nos ofrezcan un buen precio y que realicemos la compra de una sola vez, lo ideal sería en septiembre de este año cuando los indígenas festejen el vigésimo aniversario del asentamiento de Puerto Esperanza, ya que hasta ese momento llevaban una vida nómada trasladándose de un lugar a otro. Sería una fecha simbólica: Después de veinte años, con ayuda de su familia checa, podrán empezar a realizar su sueño: dedicarse a la agricultura y vivir como los demás paraguayos civilizados".

Como segunda prioridad para su desarrollo, la comunidad Chamacoco estipuló la presencia de un agrónomo con experiencia bajo las extremas condiciones climáticas en el Chaco.

"No se pueden imaginar que alguno de ellos se fuera a estudiar a la República Checa. Paradójicamente, para nosotros sería más fácil conseguirles una beca para que puedan estudiar una carrera, por ejemplo, en el Instituto de Agricultura Tropical en la Escuela Superior de Agricultura de Praga, podría tratarse de un proyecto intergubernamental. Sin embargo, ellos, primero, no tienen seleccionada a una persona que desee abandonar a su familia y su territorio por un tiempo tan largo, a ellos no les gusta viajar por Paraguay ni a la capital, por ejemplo, y mucho menos a Europa, a un país desconocido. Y segundo, tienen claro que esa persona tendría bastantes problemas al regresar, tras seis años en Europa, a esas condiciones primitivas en las que tienen que vivir. Quisiéramos solucionar este problema organizando un curso de capacitación directamente en Puerto Esperanza, enviando a un experto de la República Checa a Paraguay".

Quizá los indígenas tienen miedo de que no se repita la historia del chamacoco Cherwuish Pioshad Mendoza quien, en el año 1908, acompañó a Alberto Vojtcch Fric a Europa como voluntario para dejarse examinar por médicos checos y buscar un medicamento para curar la enfermedad que amenazaba con extinguir a su tribu.

La estancia de un año en Bohemia cambió a este joven indígena tanto que, al regresar a su pueblo natal, tuvo enormes problemas con sus familiares y amigos, que lo consideraban un mentiroso cuando les contaba de la civilización de los blancos. Al final, lo explusaron de la tribu. Alberto Vojtech Fric pensaba que Cherwuish acabó como espía de la guarnición militar de Fuerte Olimpo y se emborrachó a muerte. Sin embargo, Yvonna Fricová llegó a comprobar que esta historia tuvo un final distinto.

"Al penetrar en el siglo XX cada vez más en el Gran Chaco los logros técnicos de la civilización, por ejemplo, los primeros aviones, Cherwuish fue convirtiéndose en una persona importante y estimada, ya que era el único de los indígenas que sabía explicar a los suyos de qué se trataba. Al final lo volvieron a acoger con mucho honor en el seno de la tribu y Cherwuish supuestamente falleció a una edad muy avanzada en los años 60".

Durante su primera visita a Puerto Esperanza, Yvonna Fricová y su esposo comprobaron que el mayor problema de la región era la absoluta escasez de agua potable. Los indígenas Chamacoco beben agua directamente del río Paraguay, que es muy sucia y antihigiénica.

Por ello, la Asociación Checomacoco se puso en contacto con el inventor alemán Stephan Augustin, de Munich, quien desarrolló un prototipo de un dispositivo especial de limpieza de agua, registrado bajo la marca Watercone. Se trata de un cono circular capaz de condensar agua potable de cualquier fuente, desde agua salada a un charco.

"Es un aparato muy interesante, muy ligero, aunque bastante abultado, ya que tiene un diámetro de aproximadamente medio metro. Actualmente, el señor Augustin lo pone a prueba en distintas partes del mundo, viendo en el Watercone una de las posibilidades de asegurar agua potable incluso a los habitantes de aquellas zonas donde resulta muy difícil. En agosto de 2005 viajamos con el cono a Puerto Esperanza, despertando enorme interés en todos los lugares por donde pasábamos, pero lamentablemente en su destino el Watercone no sirvió mucho. El prototipo no contaba con la eventualidad de trabajar en condiciones ventosas. Nosotros visitamos Paraguay durante el período de temporales de viento. Debido a que el cono consiste en dos partes separables, el fuerte viento constantemente lo hacía volar por la aldea, así que no logramos cumplir las condiciones necesarias para que el aparato pudiera funcionar debidamente. El inventor estuvo triste, pero seguimos en contacto y él ya está adaptando el dispositivo".

Para el siguiente viaje a Puerto Esperanza la Asociación Checomacoco consiguió otra invención, esta vez de Suiza. Se trata de un filtro manual, un "life straw" - "paja de vida", según nos explicó Yvonna Fricová.

"Es un tubo pequeño que contiene un sistema de filtros, incluyendo un filtro a carbón, con el que se puede absorber agua directamente del río. Se trata también de un prototipo que se está probando en diferentes rincones del mundo".

En la actualidad funciona en Puerto Esperanza un molino de viento, construido por la Unión Europea, que tracciona una bomba mecánica para sacar agua del río y luego conducirla a través de tubos de plástico a las casas. Sin embargo, el establecimiento trabaja sólo cuando hay viento, su rendimiento no es suficiente y las piezas de recambio resultan inaccesibles.

Los indígenas proponen aumentar la capacidad del actual sistema con un molino de viento adicional que traccione una bomba más eficaz, eventualmente combinarlo con una bomba a motor, explicó Yvonna Fricová.

"De este proyecto nos ocupemos probablemente a partir del próximo año. Según una calculación preliminar, costaría unos 20 hasta 23 mil euros. Es una suma elevada, pero no tan exagerada como para que no se pueda conseguir mediante una colecta o una beca en la República Checa".

Yvonna Fricová sostuvo que las "clásicas" comunidades checas residentes en América del Sur reaccionan muy positivamente a la existencia de la familia checo-indígena de la tribu Chamacoco en Puerto Esperanza.

"Al sudeste de Paraguay conocimos a Rosa Maskova, nieta de emigrantes checos que se trasladaron a Paraguay en los años 30 y se dedicaron allí a la agricultura. Rosa, que es médica, nos ofreció ayuda al mandar a Puerto Esperanza los medicamentos que compramos con el dinero que recibimos de los donantes en la República Checa".

La situación de sus compatriotas checo-indígenas también despertó el interés de Evandro Trachta, que es veterinario y vive cerca del departamento del Alto Paraguay, pero en el lado brasileño. Es descendiente del imigrante checo Jindrich Trachta, quien llegó a Brasil tras la Segunda Guerra Mundial junto con la familia Bata y cofundó la ciudad Bataiporã.

A la comunidad Chamacoco de origen checo la apoya con mucho entusiasmo también la colectividad checa en Munich, Alemania.

Ya hemos mencionado que los Chamacoco en Puerto Esperanza se sienten muy orgullosos de su antepasado checo.

"Por ejemplo, nuestro primo Rodolfo, un señor respetable y autoridad moral de la familia en el pueblo, que también escribió su autobiografía, tiene en su cabaña, sujetados con alfileres en los maderos por encima de su escritorio, a sus ídolos, entre los que figuran la Madre Teresa, la princesa Diana, Jesucristo, Alberto Vojtech Fric y nuestra familia checa junto al árbol navideño".

¿Qué les interesaba saber, por ejemplo, de la República Checa?

"Para nosotros fue un encuentro muy intenso. Entendimos que quizá éramos los primeros blancos que visitaron su pueblo a los que podían hacer preguntas y recibir las respuestas, que podían hablar con nostros de cosas de las que no habían tenido la oportunidad o el coraje de hablar con otros blancos. Me sentí bastante aturdida cuando me preguntaron cuántos hijos y cuántos hermanos tenía y cómo es posible que las familias checas suelen tener un hijo o como máximo dos hijos ... ¿Cómo lo hacemos si en su pueblo es muy habitual que la familia tenga diez, doce o dieciséis hijos? Así que pasé un rato agobiante al tener que hablar sobre la anticoncepción".

Al preparar su visita a Puerto Esperanza, los esposos Fric no se pudieron olvidar de los juguetes para los niños.

"Debían ser regalos relacionados de alguna manera con la República Checa. Llevamos, por ejemplo, bolas de vidrio. Yo pensaba que sería una cosa extraordinaria y que les enseñaría a jugar a las canicas, pero ellos se rieron mucho porque conocen este juego, aunque tienen únicamente bolas de barro. Les trajimos también una goma para enseñar a las niñas a saltar a la goma, pero ellas lo saben, naturalmente. Saben también entretejer cuerda. Ya hace cien años sorprendió a Fric cómo los niños, pero principalmente los adultos, hacen diferentes figuras y se entretienen con las cuerdas en parejas o individualmente en la mano. Entregamos nuestros regalos a la directora de la escuela de Puerto Esperanza, que luego los repartió entre todos los niños del pueblo para que nadie se sintiera rechazado, para que recibieran su regalo tanto los niños menores que todavía no iban a la escuela como los mayores, de catorce años de edad, que obtuvieron una pelota. Esperemos que les hayan alegrado los regalos. De todas maneras no nos lo dijeron, ya que según su tradición, se considera de poca cortesía ostentar los regalos y jugar con ellos en público, como lo hacemos en nuestras tierras. Para no avergonzar al que obsequia, cogen el regalo sin ninguna expresión y desparecen con él".

Según apuntó Yvonna Fricová, tanto en Paraguay como en la República Checa, han encontrado el prejuicio de que los indígenas no pueden cuidar de sí mismos, pasar a ser autosuficientes económicamente, y que despilfarrarán la ayuda financiera.

"Esperamos no decepcionarnos, pero por el momento tenemos una impresión absolutamente contraria. A pesar de que muchas organizaciones sin fines de lucro en Paraguay afirman lo contrario, los Chamacoco saben muy bien lo que necesitan y creo que sabrán administrar los bienes que conseguirán con nuestra ayuda. Es gente muy inteligente que sabe muy bien qué les originará provecho y cómo manejar su futuro".

Enlaces

www.checomacoco.cz

www.augustin.net

www.watercone.com