Max Svabinský, clásico de la pintura checa

Autorretrato de Max Svabinský

"Trabajo todos los días, porque esa es mi mayor alegría. El poder trabajar es un placer para mí, me ayuda a recuperar la fuerza física, al igual que la síquica". Estas palabras, mejor que otra cosa, caracterizan la postura adoptada respecto a la vida por Max Svabinský, uno de los más destacados y laboriosos pintores checos de las postrimerías del siglo XIX a quien deseamos presentarles mediante la siguiente semblanza.

Max Svabinský fue un artista que supo aprovechar al máximo la dicha de haber vivido casi 90 años. Su vida no siempre fue fácil y para poder emprender el camino anhelado y alcanzar el éxito, Svabinský tuvo que empeñarse con bastante tesón.

"Fue un verdadero clásico de la pintura, en el más amplio sentido de la palabra" - afirma Jirí Stránský, director del Museo de Kromeríz, gran conocedor de la vida y obra de Svabinský. "A veces se le reprochaba que su obra fuera demasiado académica, pero yo creo que mucho más importante es la enorme dedicación del autor, el profesionalismo y la amplitud de su creación. Svabinský amaba la pintura y lo que aprecio muy en especial es que supo resistir a las tendencias de comercialización del arte y que se mantuviera fiel a su estilo de realismo con toques de simbolismo".

Max Svabinský nació en el año 1873 en la ciudad morava de Kromeriz como hijo de una madre soltera de apenas dieciséis años de edad. De su educación, por ello, se encargó mayormente su abuela. Cabe decir sin embargo, que tanto la madre como la abuela de Svabinský eran mujeres generosas y muy cariñosas y que el futuro artista creció rodeado de amor y comprensión.

No obstante, el haber crecido en una familia incompleta repercutió de algún modo en su futura obra. La mujer se convirtió en el tema preferido del pintor, tratándose tanto de retratos como, por ejemplo, de cuadros que en forma alegórica reflejaban temas de la vida cotidiana del campo checo.

El amor hacia la pintura acompañó a Svabinský desde la infancia. Gracias a su enorme talento y laboriosidad, logró ingresar en la Academia de Artes de Praga, de la que más tarde sería profesor y rector, dedicándose a la pintura y a las artes gráficas. Sus conocimientos los fue ampliando con estudios en París y también durante varios viajes por Europa. Desde el punto de vista profesional, Svabinský maduró muy pronto y la amplitud de su obra es impresionante, según confirma Jirí Stránský, director del Museo de Kromeríz.

"El legado artístico de Svabinský incluye sellos postales, ilustraciones de libros, retratos y cuadros de mayores dimensiones, obras gráficas y hasta vitrales en la catedral de San Vito en el Castillo de Praga. De gran valor son especialmente sus trabajos gráficos que llegaron a ser altamente apreciados en el mundo entero. Creo que no existe técnica en el arte pictórico o gráfico que Svabinský no haya dominado y aplicado en alguna de sus obras".

Max Svabinský fue un típico representante de la escuela clásica de pintura y educó a toda una generación de artistas checos. Las modernas tendencias artísticas aparecidas en el siglo XX le eran ajenas. Durante toda su vida permaneció fiel al realismo, al monumentalismo y a los temas alegóricos. Fue autor de un sinnúmero de retratos de destacadas personalidades checas y también del extranjero, como Thomas Mann, Sergei Prokofiev, Albert Einstein.

Otro tema muy frecuente en sus obras fue Kromeríz, su ciudad natal, y sus alrededores. Es curioso que, a pesar de vivir en Praga y de haber visitado Kromeríz por última vez en el año 1931, Svabinský durante toda su vida tuvo una relación muy profunda con esa ciudad.

Conocidos son en la República Checa también los sellos postales de Svabinský con dibujos de mariposas. El artista adoraba la naturaleza e, incluso, en su casa tenía una gran colección de aves y de mariposas disecadas. Hoy éstas forman parte de la exposición de la obra de Max Svabinský, en el Museo de Kromeríz.

Una de sus obras más famosas es el cuadro "La cosecha", realizado entre 1925 y 1927 que es un elogio al trabajo en el campo checo, a la naturaleza en su estación veraniega y a la belleza del cuerpo femenino. El cuadro forma parte del legado de Max Svabinský a la nación checa.

Max Svabinský murió en febrero de 1962 a la edad de 89 años. Fue sepultado en el cementerio de los próceres en el barrio de Vysehrad, en Praga.