“En Chequia se tiene una gran aceptación al arte”

Sergi Nicolau, foto: archivo de Sergi Nicolau

El joven valenciano Sergi Nicolau lleva enriqueciendo la escena del ballet checo desde hace tres años. El bailarín y novelista compartirá en la nueva edición de 'Praga Mía' sus impresiones sobre la recepción del arte en la República Checa y confesará los mayores retos que a su juicio hay que afrontar en el corazón de Europa.

Sergi Nicolau en Radio Praga,  foto: Dominika Bernáthová
La vida de un bailarín es un gran viaje. Con los 25 años de edad, Sergi Nicolau ya ha podido conocer los escenarios de la danza clásica de varios países europeos. Fue durante su contrato en Finlandia, cuando se enteró de la oportunidad de bailar en Praga. Impulsado por las ganas de cambiar de aire, el bailarín no se pensó el reto dos veces, según explica.

“Había bastantes checos en Finlandia. Buena gente y muy buenos bailarines, de los mejores que he visto en el mundo, de hecho. Fue Edita Raušerová, una compañera mía, que me dijo que había una audición en Praga para el Teatro Nacional. Tuve muy poco tiempo porque cerraban las inscripciones. Vine muy rápido desde Finlandia, en tiempo récord, conseguí un contrato y he estado bastante bien hasta la fecha”.

En Praga se instaló junto a su esposa finlandesa, diseñadora de moda. La primera sorpresa que se llevaron fue la aceptación a la danza y a la cultura en general que se tiene en la República Checa.

“Es algo que valoro mucho de los checos, es realmente elogiable. Es algo que tampoco vi en Finlandia curiosamente, por muy interesante que pueda parecer. En un país como Finlandia no vi respeto por la danza. Al menos como lo veo en Praga o al menos como lo disfruto y pienso. No solo para el ballet sino también para el drama, la ópera o para cualquier otra cosa... Pudiendo tener medios allí, porque tienen dinero, tienen una ópera fantástica en Helsinki, una categoría que pudiera tener un nivel soberbio. Pero tienen que llamar a bailarines checos, alemanes, a cantantes españoles, a bailarines de todo el mundo para tener un nivel más alto. Me alegro de haber cambiado esto y de haber visto en la República Checa un cambio a mejor, donde veo que la gente sí que se puede interesar por el ballet de una forma más íntima”.

“Es triste que muchos bailarines españoles tengamos que estar fuera”

Sergi lamenta que pese a contar con grandes talentos, su país natal no ofrece un trasfondo digno para desarrollar esta expresión artística a nivel profesional.

“En España tuvimos una tragedia durante 40 años. No voy a llamarlo tragedia, sino cosas políticas, que han pasado y no han ayudado a la cultura para nada. Cosas que silenciaban toda la cultura y que quitaban del medio cosas que yo considero importantes. Tenemos la Compañía Nacional de Danza, pero los bailarines no reciben el salario suficiente como para vivir allí. Las producciones son muy pobres, a mi parecer. Sé que hay gente muy válida, hay bailarines fantásticos en España, del top del mundo, pero todos tenemos que estar fuera. Es un poco triste que muchos españoles tengamos que irnos fuera para poder experimentar lo que es una orquesta directo, una residencia en un teatro. En Praga tenemos cuatro residencias, imagínate el cambio de no tener un sitio establecido donde bailar y aquí tenemos cuatro. Es como comparar un león con un ratón. Este es el respeto que se tiene en España y el que se tiene en la República Checa”.

Precisamente la elevada cantidad de actuaciones hace más digerible el tema de la rivalidad, un fenómeno bastante común en las grandes escenas del ballet.

“Tengo que decir que los checos también les sacáis mucha ventaja a los finlandeses. La competencia se reduce cuanto más trabajo hay. La gente puede tender a ser más perezosa si le das mucho trabajo. Si te dan para bailar cien ballets en una temporada y te quitan veinte no pasa nada, porque vas a descansar un poco. Si te dan cincuenta y te quitan quince, te sientes un poco mal porque no estás bailando lo suficiente, podrías bailar mucho más. Aunque haya competencia, creo que los checos están a la postre mucho más unidos que lo que vi en Finlandia, que podrían ponerse muchas más estancadillas y ser incluso mucho más racistas”.

Habiendo vivido en varios países extranjeros, Sergi no encontró el proceso de adaptación a “la vida checa” demasiado complicado. Eso sí, la búsqueda de un piso apto fue un desafío, apunta Sergi.

“Me he mudado tres veces. Hay gente que no devuelve los depósitos, luego te dicen una cosa y es otra. Los pisos son difíciles de encontrar, pero creo que en todas las partes del mundo. Por ejemplo, mi antiguo propietario tampoco hablaba inglés. Es una barrera que los checos no han pasado. Si tengo que decir una cosa negativa de los checos, aún podrían desarrollar el hecho de hablar el inglés. Entiendo que estamos en la República Checa y que las cosas se tienen que decir en checo, pero Praga es una ciudad central en el turismo, eso es evidente. Como bailarín lo sé, porque vemos siempre a turistas en los teatros. Pero creo que están cambiando y la gente está empezando a hablar más inglés. Aún queda una parte de checos que son reticentes o que les cuesta”.

“Mis compañeros checos son imparables cuando empiezan a hacer bromas”

Precisamente el deficiente dominio del idioma da lugar a la malinterpretación, que puede ser uno de los detonantes de la fama universal del carácter cerrado de los checos, reflexiona el bailarín. “Cuando ven que no pueden hablar mucho inglés se cohíben, se vienen un poco atrás. Entonces puedes pensar erróneamente que son un poco desagradables. Pero luego te das cuenta de que no, que si tienes algún medio de comunicación, ya sea por el inglés o una broma que puedes decir en checo, te das cuenta de que son increíbles, de que los checos tienen sentido del humor, al menos hablo de los de la compañía. Tengo compañeros checos que son imparables cuando empiezan a hacer bromas. Además de todo tipo, bromas que siempre te sorprenden. Casi todos los checos que conozco se quieren abrir, hablar contigo, son muy abiertos. Cuesta un poco de abrirse, pero cuando se abren, no paran. Pasa también con los alemanes”.

“Los checos son la pesadilla de un cardiólogo”

Sergi aprecia también la proporción calidad-precio que se da en la capital checa, algo que no puede decir sobre los países de su estancia anteriores. Aprecia una gran variedad y calidad de los restaurantes y pese a no ser muy acorde con el régimen de un bailarín profesional, ha cogido gusto también a la gastronomía checa.

“Quizás los checos son, esto lo leí en una guía turística, la pesadilla de un cardiólogo. Es evidente que la dieta checa es fuerte. Y soy de España donde también comemos a lo bestia. De hecho me gusta, pero todos los días carne es un poco exagerado para mí”.

El lugar que más disfruta de la capital checa son los rincones del Castillo de Praga, el barrio judío, y los inumerables museos y galerías que también reflejan el respeto de los checos por el arte.

“Tenéis museos increíbles, de Alfons Mucha, la Galería Nacional, por ejemplo. Me enamoré de todas las cosas que tenéis. No lo abarcas del todo, siempre hay cosas nuevas que te sorprenden constantemente, empezando por la arquitectura también. Está en el mismo grupo de respeto al arte, a la arquitectura y a esta ciudad de cuento”.

El mágico ambiente de la capital checa fue un viento de cola que empujó a Sergi acabar su primera novela 'El Barco de Marfil', que ya está en venta, y ponerse con otra, según explica.

“Quería hacer una novela de aventuras en el mar, con partes históricas, y partes más de fantasía. Es una novela cortita, diría que casi juvenil, y bastante asequible. Cuenta sencillamente la historia de unos marineros especiales, que van en busca de su destino en la Europa de principios del siglo XVIII, cuando España estaba en la Guerra de Sucesión, que cambió el destino de casi todo el mundo. La segunda novela 'Los Oídos del Océano', que está siendo revisada, es mucho más compleja, más adulta y desagrradora”.

¿Qué recomendaría Sergi a los que tienen en cuenta la República Checa para emprender una aventura laboral?

“Les diría que pudieran probar, pero que viniesen con un contrato ya, y no viniesen a Don Quijote a matar gigantes. En Praga hay trabajo de todo tipo, sobre todo de turismo, de reconstrucción, de arquitectura, de servicios de todo tipo, se puede explorar muchísimo. Sí que pueden tener una oportunidad en este sitio, más que en España. Desgraciadamente para mi país. No estoy muy feliz con esta afirmación por mi país”.

Sergi Nicolau de momento no piensa abandonar la República Checa y con el elenco de la danza clásica del Teatro Nacional espera aprender muchas más cosas nuevas, estrenar nuevos espectáculos y quizás aprender un poco más el checo para sumarlo a los seis idiomas que ya domina.