Orejas, cuevas y calles empinadas en la ciudad de Štramberk

Štramberk, foto: CzechTourism

La ciudad de Štramberk es conocida por extenderse a lo largo de la ladera de una montaña, por sus galletas locales, denominadas orejas, y por la cueva de Šipka, famosa por sus yacimientos paleontológicos.

Štramberk,  foto: CzechTourism
La agreste ciudad de Střamberk, situada en las estribaciones de la sierra de Beskydy, en Moravia del Norte, es toda una prueba de fortaleza para sus tres mil habitantes, que para ascender hasta el centro de la ciudad tienen que caminar cuesta arriba por enrevesadas callejuelas, superando un desnivel de más de 400 metros.

Parte de la ciudad se extiende en un pequeño valle cercado por tres colinas: el monte Kotouč, el Monte Blanco (Bílá hora) y el Monte Palaciego (Zámecká hora). La mayoría de las casas de la parte antigua se encuentran literalmente enclavadas como nidos de aves en la pendiente del Monte Palaciego, creando un maravilloso cuadro natural de simbiosis entre la naturaleza y el hombre.

La historia de la población parece remontarse hasta el siglo XIII, pero no existen pruebas que lo evidencien. Los primeros datos documentados llegan cuando Štramberk adquiere oficialmente la categoría de ciudad, nos cuenta la guía Anna Rašková.

Štramberk,  foto: Zdeňka Kuchyňová
“Como no se ha realizado una investigación arqueológica en profundidad, no se sabe muy bien cuando se fundó. Lo que se sabe con seguridad es que en el año 1359 la población ya era una ciudad y ya había un castillo. Se cree que lo construyó la familia Benešovic, pero no está probado porque no existe ningún documento escrito que pruebe que fue efectivamente así”.

Fue justamente el 4 de diciembre de 1359, cuando el gobernador de Moravia, el príncipe Jan Jindřich, hermano del rey de Bohemia, Carlos IV, le otorgó a Štramberk los fueros reales que la elevaban a la categoría de ciudad. Este paso impulsó el posterior desarrollo de la urbe, que durante algún tiempo se convirtió en el centro administrativo de la región.

Comiendo orejas en Štramberk

En los siglos posteriores el devenir histórico relegó a Štramberk a un segundo plano, lo que en cierta forma contribuyó a que se conservara en ella hasta la actualidad el encanto de las ciudades pequeñas, que solo el desarrollo arquitectónico de su centro histórico evita confundirlas con un pueblo.

Orejas de Štramberk,  foto: Zdeňka Kuchyňová
De hecho la inclinada plaza de la ciudad se halla rodeada por hermosas casas barrocas, que a finales del siglo XVIII sustituyeron a las típicas construcciones de madera originales, devastadas por un incendio. En uno de los extremos de la plaza se levanta la iglesia barroca de San Juan Nepomuceno, construida entre 1721 y 1723. Su torre, no obstante, es mucho más reciente, data de 1907.

Frente a la iglesia, en el centro de la plaza, hay una fuente y junto a ella un antiguo pozo medieval que hasta mediados del siglo XVIII era utilizado por la fábrica de cerveza local antes de que cerrara.

El visitante no puede dejar de apreciar además la abundancia de panaderías. En ella encontrará uno de los tesoros más preciados de Štramberk, las orejas (uši), una galleta típica que solo se elabora aquí y que tiene el honor de haber sido el primer producto checo con denominación de origen reconocida por la Unión Europea.

Orejas de Štramberk,  foto: Manka,  CC BY-SA 3.0
Se trata de un manjar que la mayor parte de las familias locales sabe preparar, comenta Rašková.

“Aquí hacemos dos tipos de orejas de Štramberk: las enrolladas y las vertidas. La receta es parecida. Antes de la feria anual hace orejas una de cada dos familias, y cada una tiene una receta totalmente diferente. Hacemos un concurso para premiar a la mejor oreja de Štramberk. Esta debería ser un poco crujiente, y contener harina, huevo, azúcar, miel y alguna especia, cada uno pone algo distinto: canela, anís estrellado… Está probado que había orejas a las que se añadía incluso pimienta”.

Casas de madera y una torre en la cima de la ciudad

Después de degustar unas orejas seguimos el ascenso, para encontrarnos, a pocos pasos de la plaza mayor, en un mundo completamente distinto. Nos rodean hermosas casas de madera, típicas de la zona rural de Moravia del Norte.

Y es que en Štramberk se han conservado más de 130 construcciones de estilo arquitectónico popular, de las cuales 70 son casas de madera originales del siglo XVIII. Todas ellas están hasta hoy habitadas. Por lo mismo, en 1997 fueron iniciados los trámites para incluir la ciudad de Štramberk en el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, aunque la solicitud todavía no ha sido aceptada.

La torre de Trúba,  foto:  Zdeňka Kuchyňová
Después de recorrer las callejuelas bordeadas de casas de madera, podemos subir unas escalinatas para llegar a la cima del Monte Palaciego. Allí nos encontramos con el punto más alto de la ciudad, la torre Trúba, antiguamente parte del castillo local, hoy en ruinas. La construcción, actualmente restaurada, debe su revitalización al doctor Hrstka, nos cuenta Rašková.

“La forma actual la tiene desde 1903, cuando el doctor Adolf Hrstka, que fue en su momento alcalde de Štramberk, hizo lo posible, apoyado por el Club de Turistas Checos, para que se restaurara la torre y se le pusiera de nuevo un tejado”

Desde lo alto es posible disfrutar de hermosas vistas de la ciudad, así como de un magnífico panorama de la sierra de Beskydy. A sus pies encontramos algunos otros edificios de interés.

“Más abajo está la villa de Hrstka, antes llamada de Rašín. Es de los años 20. Y al lado está la cabaña de Mědínek, que sirve como acceso a la torre de Trúba y donde se encuentra la taquilla y la tienda de recuerdos”.

Una mandíbula de neandertal que se acabó perdiendo

Al recorrer la ciudad de Štramberk, nos queda todavía visitar el monte Kotouč, donde se halla desde principios del siglo XX un parque con un monumento a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, una capilla y, sobre todo, la entrada a la cueva Šipka, conocida por sus yacimientos paleontológicos, detalla Rašková.

La cueva Šipka,  Foto: Miaow Miaow,  Wikimedia Commons Free Domain
“Se encuentra en los Jardines Nacionales, donde también se pueden ver las estatuas de grandes personalidades checas como Smetana, Dvořák, Jaroněk y otros. La cueva fue descubierta en 1880 por un profesor del liceo de Nový Jičín, el doctor Karel Jaroslav Maška. Uno de los principales hallazgos encontrados en el lugar, la mandíbula de un niño neandertal, se perdió irremisiblemente durante el traslado del museo antes de la guerra, cuando era transportada en tren. No se sabe si ardió en un accidente o si fue robada. Lo mismo sucedió con los registros básicos, pero por suerte se conservaron las copias”.

De la cueva Šipka se ha conservado hasta hoy sólo un pequeño sector, ya que se derrumbó una parte, pero aún así es posible entrar libremente y hacerse una idea de los trabajos paleontológicos efectuados en el lugar. Desde la entrada a la cueva hay también interesantes vistas a la Ciudad.

El yacimiento de Štramberk muy seguramente inspiró la obra de uno de los mayores prohombres de la ciudad, asegura Rašková.

“La ciudad de Štramberk tiene un museo dedicado a Zdeněk Burian, un ilustrador y pintor de recreaciones paleontológicas de fama mundial. Nació en Kopřivnice en 1905, pero fue en Štramberk donde vivió. Resultó evidentemente influido por la cueva de Šipka”.

La exposición presenta numerosos originales de Burian, que sobre todo recreó dinosaurios, siguiendo las indicaciones de los científicos de la época, pero también mamíferos prehistóricos, homínidos, insectos, plantas y hasta paisajes.

Los duendes del monte Kotouč

El Kotouč es también protagonista de una de las leyendas que se conservan sobre Štramberk. El castillo de la ciudad, situado en la cima del monte Palaciego, debería haber sido construido en la elevación de enfrente, o sea, en el monte Kotouč. El primer día, los obreros trabajaron en Kotouč desde la madrugada y no se detuvieron sino hasta avanzadas horas de la tarde.

Štramberk,  foto:  Zdeňka Kuchyňová
Al día siguiente sin embargo, les esperaba una desagradable sorpresa: al llegar al monte Kotouč, no encontraron ni un sólo indicio de sus trabajos del día anterior. Lo mismo sucedió en los días posteriores, por lo que los obreros decidieron resignarse. Al llegar la noche, se escondieron en el bosque y desde su escondite aguardaron lo que iba a pasar.

Una hora antes de la medianoche, bajo la luz que irradiaba la luna, los sorprendidos obreros distinguieron de pronto unas pequeñas figuras. Eran los duendes del monte, que destruían todo lo que habían levantado los obreros, ya que no querían ceder a los seres humanos el monte Kotouč. Al día siguiente, los obreros le contaron todo al dueño del señorío local y éste decidió trasladar la obra al Monte Palaciego. Y, realmente, el castillo fue levantado allí sin mayores problemas.

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