Concurso 2010

El ganador del concurso de Radio Praga “¿Qué autor o libro checo ha llamado más su atención y por qué?” es el estadounidense Tracy Andreotti, oyente de las emisiones de Radio Praga en inglés. Andredotti escribió acerca de sus vivencias con la obra del escritor Josef Švorecký. Pueden consultar la traducción del texto en esta página.

De entre los oyentes de la redacción iberoamericana, el primer finalista fue Juan Franco Crespo, de España, quien dedicó su ensayo a Karel Čapek. Le siguió el argentino Hugo Héctor Longhi y sus reflexiones acerca de Franz Kafka. Agradecemos a todos los participantes su entusiasmo por participar y la alta calidad de los textos, que han hecho muy difícil la selección de los ganadores. ¡Enhorabuena!

 

El premio es otorgado por amabilidad del patrocinador del concurso PARKHOTEL. Parkhotel Praga – un lugar situado cerca del centro de Praga donde el lujo y la hospitalidad van unidos con la historia, la calidad y el diseño moderno.

 

Tracy Andreotti, St. Louis, MO, USA

Puedo recordar clara y fácilmente la emoción que sentí aquel día de junio de 2004, por otro lado denso y bochornoso, en el Medio Oeste.

Aburrida y levemente deprimida por la serie de escritores alemanes que había estado leyendo, había decidido finalmente seguir el consejo de Amazon, donde me habían estado repitiendo que también me podría gustar Josef Škvorecký si antes me había encantado ‘El Buen Soldado Šwejk’.

Me fui a mi librería favorita, donde puse sobre el mostrador un trozo de papel arrugado sobre el que había garabateado este nuevo nombre, misterioso e impronunciable.

La dependiente buscó información en su computadora: “mmm..., agotado”, “¡Eh! No, espere, actualmente no disponible”, “bueno, hay unos cuantos por aquí que le podemos pedir, vamos a ver”, y justo cuando estaba a punto de pedir, abatida, otro Sebald, me sonrió y me anunció que realmente tenían uno. “Tenemos ‘El Ingeniero de Almas Humanas”. “Fantástico. Me lo llevo”.

Josef ŠkvoreckýJosef Škvorecký Me senté fuera y pedí un café con hielo, pensando si matar el tiempo examinando mi nueva adquisición. Pero pasó algo mucho mejor y completamente inesperado: me enamoré de Škvorecký y de su alter ego Danny Smiřicky. Sin pasarme de dramática, en serio, mi vida entera cambió al comprar esa novela. Sentía que estaba allá, con Danny y sus amigos, aunque no soy checa, nunca había estado allí, no soy de su generación, nunca viví bajo un régimen totalitario y nunca emigré. Aún así, algo en su forma de escribir me situó allí. Era algo diferente. Había pathos, pero también humor, y los desafíos de la vida diaria con el trasfondo de la guerra. Era al mismo tiempo una reacción emotiva e intelectual. Quería estar allí, necesitaba más.

Me informé sobre su casa editorial, 68 Publishers, y del trabajo que Škvorecký hizo con su mujer, Zdena Salivarová, para publicar literatura checa durante el comunismo y también para hacer llegar las obras de esos escritores al mercado de habla inglesa. Y seguí leyendo.

Me leí todas sus otras novelas y relatos, ahora tengo más de 20 en mi librería.

Una vez se acabaron todas sus obras traducidas, sabía que necesitaba seguir adelante, así que decidí que era hora de probar con Bohumil Hrabal, y luego con Ivan Klima y Milan Kundera, Karel Čapek, Ludvik Vaculik y Vladislav Vancura, leyendo todas sus obras y disfrutándolas todas, cada una a su manera. El estante de Škvorecky se ha convertido en toda una librería llega de checos. Uno podría decir que me he obsesionado un poco, sin mencionar que ahora soy una traductora snob.

Así que empecé a diversificarme, descubriendo Radio Praga, donde puedo mantenerme al día sobre la vida cotidiana y la política checa. Ahora tengo un gran número de películas checas, gracias otra vez a Škvorecký y a su fascinante informe del cine checo (‘Todos esos Jóvenes y Brillantes Hombres y Mujeres’). He redescubierto mi amor por los compositores checos (‘Dvořák Enamorado’) y descubierto nuevas obsesiones musicales (Iva Bittová, gracias al perfil hecho por Radio Praga). Y hace aproximadamente un año decidí que realmente necesitaba aprender por fin la lengua, así que he asistido a una clase semanal en nuestro centro Sokol local. Mis habilidades lingüísticas están progresando a una velocidad verdaderamente glacial, pero lo estoy pasando bien a pesar de todo. Mis amigos me llaman checófila, lo que está muy bien, y todo es a causa de Škvorecký, mi escritor checo favorito.

 

Juan Franco Crespo, Vall-Tarragona, España

Cuando escuché la pregunta me puse a pensar en el momento en que entré en contacto con la literatura checa. Inicialmente por las emisiones de Radio Praga en donde muchas noches una aterciopelada voz nos deleitaba con unos programas fabulosos sobre el mundo de las letras y nos introducía en el fantástico mundo literario checo. Jan Prohaska hizo que una literatura, bastante alejada de la realidad ibérica, fuese incluso más familiar que la de algunos hispanos del nuevo mundo.

Apenas había cumplido 19 años cuando marchaba al servicio militar obligatorio de la época, realizado el campamento en tierras murcianas, viaje a Madrid y continuación hasta la Escuela de Transmisiones en Vigo para realizar la correspondiente formación. Unos meses después, viajo hasta San Fernando (Cádiz) en donde completo mi tiempo de permanencia obligatoria en la Infantería de Marina.

Llegué mediado enero de 1975, un año clave en la historia de España, muchas tardes, una vez libre de los quehaceres militares, me enclaustraba en la Biblioteca y se iniciaba ese peculiar viaje por el mundo de la literatura, numerosos escritores y los paises de procedencia, aunque pocos quedaron en la memoria como fue el caso de Kafka, Čapek o Kipling [curioso, todos con el sonido “K”].

Uno de los primeros fue Franz Kafka. “La metamorfosis” me atrapó y varias tardes de aquél frío invierno fue mi particular mundo, mi entretenimiento y mi alimento espiritual antes de iniciar mi sección de escucha en donde continuaba sintonizando las emisiones de Radio Praga una vez cerrada la biblioteca. Busqué en las estanterias y descubrí otro autor checo que me impactó y nunca olvidé: KAREL ČAPEK. Karel ČapekKarel ČapekAunque hoy nos parezca extraño, la biblioteca estaba muy bien surtida y, por suerte, poco concurrida [aunque parece que es una tónica de las bibliotecas españolas, bueno ahora algunas se han convertido en albergues para trotamundos andrajosos que hacen que los lectores habituales hayan desaparecido, sobre todo las que habitualmente visito en la Ciudad Condal: cojo los libros y durante un mes me olvido de volver por ellas] lo que permitía disfrutar aún más de la lectura en un rincón insonorizado del edificio central donde nadie molestaba.

ČAPEK fue ese gran descubrimiento gracias a un ejemplar prácticamente intacto de la Editorial Doncel que publicór principios de los setenta, una célebre y celebrada colección juvenil. Sin duda una de las mejores versiones que ha conocido el público español, pues ha sido editada en numerosas ocasiones, aunque en mi opinión, ningún nuevo traductor supo "meterse" en la piel del escritor como el que hizo aquella versión que tanto me atrapó: LA GUERRA DE LAS SALAMANDRAS entonces me pareció extraña, pero una relectura más tranquila y cuestionada permitió descubrir que en realidad era una denuncia contra el totalitarismo que estaba por llegar.

Su autor se adelantó a su tiempo, cual Julio Verne, a lo que seria la historia del hombre en Europa y el mundo. Mediante la simbiosis (salamandra = ser humano), nos introduce en el descubrimiento de la especie submarina Andrias, dócil y trabajadora, ideal para utilizarla como mano de obra barata, veamos el paralelismo que se ha dado en Europa Occidental a finales del XX y comienzos del XXI, millones de personas han llegado en busca de EL DORADO, fueron aceptadas como esclavos de nuestro tiempo, con salarios míseros que apenas permiten sobrevivir y, a veces, doblando la jornada laboral respecto a los trabajadores nacionales, alejados de su ambiente y su familia son las nuevas generaciones de “salamandras”: los explotados por grandes corporaciones o empresarios codiciosos, sin escrúpulos; los medios de comunicación en manos de conglomerados financieros de dudoso origen que hacen gala de una vista gorda grandiosa y en donde el periodista honesto e imparcial es un “rara avis” que suele enloquecer ante la terrible presión a la que se ve sometido por el poder corruptor del dinero y los políticos sin ética ni moral, gobernantes sumisos y complacientes que miran hacia otro lado ante los desmanes del capital multinacional que no conoce patria, deslocaliza y oprime allá en donde encuentra esa colaboración sinvergüenza del poder y el explotador de turno.

Todos, en suma, culpables por la pasividad con la que se contemplan los acontecimientos. Se trata de un relato excepcional, profético, irónico, humorístico y actual, su autor ha demostrado algo poco habitual en la literatura: la vigencia de su testimonio, codicia, yoísmo y gobemantes corruptos e incompetentes campen a sus anchas en pleno siglo XXI. El problema ya no es que sean corruptos sino que se han convertido en los primeros corruptores de nuestro tiempo al propiciar la injusticia y la discriminación [aunque promulguen y se llenen la boca de derechos, la sensación de la ciudadanía es justamente la contraria o al menos eso es lo que acontece en la piel de toro, donde la injusticia y el paro han llegado a cotas nunca alcanzadas y millones de personas ven como pierden su nivel y la vida, un hecho jamás conocido en la historia de España en tan corto espacio de tiempo].

 

Hugo Héctor Longhi, Rosario, Argentina

Un café con Kafka

Hugo Héctor LonghiHugo Héctor Longhi No hay dudas que para alguien que ha nacido y vive en esta región, tan lejana a la Europa centro-oriental, conseguir un libro de un escritor checo no es tan sencillo. Busqué y, obviamente, apareció Franz Kafka. Y de allí a interpretarlo y empaparse de su lógica-ilógica fue todo un desafío. Pero un paseo por la Praga kafkaiana bien vale el intento y en eso estoy.

Y en este juego hago volar mi fantasía. De pronto me encuentro compartiendo un café con él pese a que no toma café y a que yo no puedo sostenerle el más mínimo diálogo. Me basta con prestar atención a su monólogo rico en vivencias. Tras haber leído delicias literarias como “Carta al padre” o la famosísima “La metamorfosis” me di cuenta -ante todo- que existen bastantes coincidencias que me identifican con Kafka. Salvo, claro está, su genial pluma. Esa analogía es el motivo clave que respondería a la pregunta que plantea el concurso.

Digamos para empezar que lo veo flaco y debilucho, se confiesa mayormente vegetariano y además trabaja en una compañía de seguros como lo hago yo. Introduciéndome más en su personalidad, descubro que, como lo delatan sus letras, es un ser inseguro, contragolpeador y algo depresivo. No obstante usa con marcado talento la ironía y el absurdo, trasformando su agudeza intelectual en una filosofía urbana.

Y con el segundo café Kafka me traslada a la Praga de principios del siglo XX, quizás a esa Callejuela de Oro que cierta vez transité gozando a cada paso de la historia que se respira en ese lugar del Castillo. Cuanto habrá sufrido en aquellos años y sin embargo no quiere hablar mucho de eso. En todo caso aquello se refleja en la obra que nos legó y por eso no le pregunto. Le aclaro que vivo lejos de la República Checa pero que tengo la dicha de escuchar Radio Praga y estar muy al tanto de la actualidad y las bellezas del país. Es el único momento en que logro arrancarle una sonrisa.

Como para que gane en confianza, le comento que la gran mayoría de los argentinos conoce poco y nada de los checos, pero que una de las imágenes que primero viene a la mente de mis compatriotas es, lo subrayo, la de Kafka. Digno embajador que sobresale dentro de un grupo selecto de escritores, cineastas, políticos y deportistas checos.

No parece importarle tanto. Tal vez suponga que su misión en la vida es relatarla en un papel que alguien leerá. Lo que no sabe es que quienes lean esas líneas redactadas con pasión lo elevarán al podio de los inmortales. No, no lo sabe. El último café se enfrió sin que lo bebiera. De pronto se fue, tempranamente, pero yo no sentí que me abandonara.

Abro los ojos y súbitamente vuelvo a estos días. Tengo sobre la mesa varios cuentos kafkianos más por sufrir y disfrutar. Supongo que para él esas son sensaciones parecidas. Me esperan “Contemplación”,“Un artista del hambre” o “La condena”.

¿Alcanzan a divisar mi metafórico abrazo con Kafka en la foto? No pude estrecharlo en persona. Ah, la otra toma muestra un rincón praguense que homenajea su figura en pleno Stare Mesto y que el clic de mi cámara eternizó Para el final, una perlita que me regalé.

La edición de“La metamorfosis” que leí estuvo traducida por otro emblema de las letras mundiales: Jorge Luis Borges. Me quedó la impresión de que más allá de las distancias, los tiempos y las fantasías, Franz Kafka merece el recuerdo y el reconocimiento de todos. Y todos merecemos que sus libros estén en nuestra biblioteca.